Jueves 16 de enero del 2014, Ciudad Granizo, Distrito Glaciar. Colonia Emperador, Calle Girasol. Domicilio 28. 10:45 p.m.
Las cosas después de derrotar a Zipper fueron confusas. Damage Control apareció y nos comimos un regaño monumental.
Especificaron claramente que Zipper debía permanecer congelado en una habitación de no menos de -2 °C o, de lo contrario, se descongelaría. Honestamente, no creo que me hayan hecho mucho caso.
Al final, Thunder Legs intentó reclutarme para la Asociación de Héroes, pero solo huí al lago, a ese maldito lago que lo causó todo.
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Parte 2: Corrosión
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Por miedo me restringí, del pánico presa fui. Mi inacción una tragedia ha provocado. Sin embargo, culpable no me siento: me ahogo en resentimiento.
Estando yo dispuesto a tomar el camino correcto, dudé en el momento más importante, costando vidas inocentes.
Causa del efecto, defecto de la causa. ¿Existencia sin propósito o voluntad? ¿Mi alma realmente es mía?
Soy más que el diablo en mi interior, mas nadie puede verlo, pero yo puedo sentirlo. No es su maldad la que me cala, sino la indiferencia ante el sufrimiento lo que me causa repulsión.
Pues fue la corrosión de mi inacción la motivación para mi transformación; es quien ahora soy.
Más allá de un diablo o un héroe, quisiera ser un humano. Pero la presión me exige ser corrosivo, ser frío como el hielo.
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Parte 3: Maldad vagabunda
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Escapa de mí, que quiero dormir. El susurro de tu maldad vagabunda perturba mi sueño.
Apaga la luz y déjame ir a un mejor lugar que esté, pues mi alma encadenada está.
Con sus fauces me susurra ceder, congelarlo todo. Pero yo me opongo.
Maldad vagabunda, ¿qué buscas realmente al congelar el mundo? ¿Ver tu reflejo? En él encontrarás un Frankenstein irreconocible de ti mismo.
Somos monstruos porque, pudiendo elegir, decidimos sufrir. Y somos maldad porque algo debíamos ser. Cargamos el peso de la muerte-ser, y en la soledad de la vida no queda nadie a quien comprender.
Así que déjame ir, maldad vagabunda. Que en los sueños no me persiga tu esencia maligna.
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Parte 4: Pecado original
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Mi verdadera culpa no fue el salvarte, sino ser ignorante; y por ello el precio pagó. Pensando en fracasos, mi cabeza descansó en piedras de lamentos.
Las lágrimas permean mi rostro soñando sentir aquel calor que en vida anhelé. Más imposible ahora es: mi piel es hielo y mis lágrimas no cambiarán eso.
Pude hacer más —siempre puedes hacerlo—, pero no lo hice. Porque, ¿qué sería de un héroe sin su tragedia griega?
Soy un personaje en la obra de mi propio martirio, un escenario de lo ya vivido. Encarno el papel de un niño que no sabe lo que quiere de la vida... o quizá el de un diablo.
La verdad es que no importa el papel: mi pecado original fue nacer del sufrimiento.
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Parte 5: El monstruo de los dos
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En bestia te vi, y me hizo sentir responsable de ti. Porque pudiendo ayudar, elegí no actuar. Y ahora una bestia serás.
Culpa al resentimiento, culpa al amor... pero jamás culpes a un niño que soñaba con vivir.
Por eso, aun siendo héroe, monstruo soy. Crudeza verás en mi interior. Y no intentes llorar, pues las lágrimas no quitarán esta suciedad.
Sangre en mis manos hay, que no puedo quitar por más que intente. Felicito al monstruo dentro de mí, pues me mantiene apenas cuerdo en el dolor del ayer... y despierto en el fantasma del ahora.
Pidiendo a Dios, exijo despegarme de ti, volverme normal. Pero encuentro silencio. Porque eso soy: un monstruo cobarde que intenta huir sin siquiera sentir el peso del corazón herido latir.
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Parte 6: Quisiera ser más como tú, pero más como yo
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Idealizando a un ídolo, en ti vi poder, y en ti vi lo que yo podría llegar a ser. Admiré tu esencia sin saber si lo merecía.
Ahora descubro mi propia existencia, más allá del desespero y la admiración. Quisiera despedirme con un adiós, pero en realidad quiero terminar con un abrazo.
A ti, a quien tanto admiré: gracias por no dudar de mí y mirarme a los ojos. Me hiciste sentir como un igual, sin necesidad de comparar nuestro potencial.
Así que vamos, una vez más, a fingir que quiero ser grande y fuerte, cuando en el fondo solo deseo ser quien ya soy: un cobarde sin culpa, una corrosión, un mal vagabundo, un pecado, un monstruo, una tragedia.
¿Qué tiene de malo mi ser como para desear cambiarlo por otro? Yo creo que nada. Pero ese camino no es mi destino, así que lo abandono por aquello que me evoca admiración.
No desprecio tu fuerza, pero no admiro el sendero de piedras que recorriste descalza. Yo quisiera el mío propio, pavimentado con miedos y lágrimas, calzado con los zapatos de la evasión.
Pero si lo hiciera, alguien más recibiría el golpe en mi lugar. Y eso no debería pasar. Quiero actuar, quiero crecer... pero no por mí, sino por quienes no pueden hacerlo.
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Parte 7: Libro
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Delante de mí, de la nada, apareció un libro que transformó mi alma.
—Libro maldito... ¡Desearía poder entenderte!
Sus páginas se abrieron frente a mí y pude oírlo.
—Hola. No soy un libro, sino un ente.
Grata sorpresa: el libro podía hablarme como una persona. Su voz chillona, parecida a la de un dibujo animado, me hizo preguntarme: ¿estaré soñando?
—¿Qué eres, oh libro cósmico?
—Una entidad de conocimiento. Mi propósito, creo, es existir.
—¿Piensas, luego existes?
—No. Existo, luego pienso.
El libro me reveló su verdad: contiene el conocimiento de todo el universo, encapsulado en sus páginas en forma de conceptos.
No concede poderes mágicos, sino cósmicos. Poderes conceptuales que operan —o incluso superan— las leyes físicas de la realidad.
Entonces comprendí que el techo del potencial no existe. Pues la física es solo una ecuación.
—¿Puedes quitarme este poder?
—No, no. El potencial debe usarse, no desecharse. Un don te he entregado. Has sido el indicado para recibirlo... y lo has aprovechado. Eres el usuario elegido.
—¿Tú me elegiste a mí?
—No. Fue el poder el que te eligió a ti.
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Parte 9: Charlar
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Al final, casi congelé todo el distrito. Thunder Legs y Cold me encontraron durmiendo en una cueva que accidentalmente congelé.
Me consolaron. Y ahora estoy aquí, en mi habitación, con miedo de bajar a la sala y responder una sola pregunta:
¿Quieres seguir siendo un héroe?
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Parte 9.1
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Ice bajó las escaleras con pesadez. Su mirada estaba fija en el suelo y sus brazos colgaban como plomo.
Frente a él, Thunder Legs, Cold, la abuela Esther y sus padres lo esperaban para escuchar su respuesta.
—No quiero ser un héroe.
Un aire frío recorrió la habitación. Pero Cold lo entendió y suspiró con paciencia.
Thunder Legs suspiró aliviada, al igual que Emilio. Mientras que Lucía y Esther exhalaron con resignación.
—Pero necesito ser un héroe.
—¡¿Qué?! —dijeron todos.
Ice llevó una mano al pecho y, respirando profundo, hizo brillar sus ojos.
—¡Porque el mundo necesita a cada héroe!
—Niño... lo que viviste hoy... —Thunder Legs se estremeció al recordar la muerte de Ernesto frente a sus ojos.
Cold puso una mano en su hombro y la tranquilizó con su mirada serena.
—Si decides abandonar el puesto, estará bien. Fue un evento altamente traumático, y no puedo pedirte que sigas después de eso.
—Cold... —dijo Esther con tono grave.
—No... seré un mejor héroe, para que estas tragedias nunca se repitan.
Lucía se levantó y abofeteó a Ice.
—¡Tonto! Solo di lo que realmente deseas.
Ice quedó pasmado. Era la primera vez que Lucía le ponía la mano encima.
—Está bien... si me convierto en un héroe, podré estar más cerca de librarme de estos poderes. ¿Felices?
Le respondieron con sonrisas.
—No necesitabas ser un héroe perfecto, mi vida.
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Parte 10
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Desde entonces, Thunder Legs y Cold se ofrecieron a entrenarme todos los días y a fungir como protectores informales de Ciudad Granizo.
Seré un mito. Seré… el mito del héroe de hielo.
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