Chapter 1:
The beginning of the Ice Hero vol 1| Break Away #workverso
Lunes 11 de mayo de 1992. Ciudad Granizo, distrito polar.
Hospital público de Ciudad Granizo número 15. 04:50 AM.
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Parte 1: Síndrome Hemofotodérmico Congénito
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Los llantos de un bebé anuncian el nacimiento, pero había algo extraño… el recién nacido era extremadamente pálido, sus pupilas eran de un rojo profundo, y ya presentaba dientes —dos pequeños colmillos, para ser exactos.
El doctor que lo sujetaba no podía evitar temblar al sentir su frío cuerpo. Pero no por su aspecto en sí, sino por lo que implicaba su condición.
—¡Es un milagro! ¡Enfermera, llame a los practicantes! Deben ver a este bebé.
Confundido, el padre se acerca al doctor, tocándole el hombro.
—Oiga, ¿qué ocurre? ¿Está bien el bebé?
El doctor casi ríe, pero se contiene.
—Señor, tengo entre mis manos el primer caso documentado en Ciudad Granizo del Síndrome Hemofotodérmico Congénito. Es un milagro médico.
—¿SHC?
—Una enfermedad genética ultra rara. Solo hay 788 casos registrados en todo el mundo. El cuerpo no produce melanina, lo que vuelve su piel y ojos hipersensibles a la luz. También desarrolla colmillos antes de tiempo, presenta hipervascularización ocular —por eso los ojos rojos— y su metabolismo es tan lento que su temperatura corporal rara vez supera los 34 grados. Pero eso no es todo...
El médico hace una pausa, casi como si dudara en continuar.
—Existe una teoría sobre el origen de esta condición. Algunos científicos creen que podría estar ligada a un gen recesivo no identificado, al que llaman Gen V, o Gen Vampire. Se cree que este gen puede activarse por una mutación espontánea o heredarse de una línea sanguínea portadora conocida como el Gen B.
—¿Gen Vampire?
—Sí... Pero hay más. En la Edad Media, los nacidos con esta condición eran considerados “marcados por la luna”, descendientes de vampiros reales. Algunos textos históricos sugieren que figuras como Vlad el Empalador o incluso Jack el Destripador podrían haber sido portadores de esta mutación.
El padre se queda en silencio. No comprende del todo lo que escucha, pero siente que su hijo no será como los demás.
—¿Y qué significa esto para él?
—Significa que vivirá entre extremos. Para la ciencia, será un fenómeno. Para la superstición... una maldición.
La enfermera vuelve con un grupo de estudiantes y un bloc de notas. Todos miran al bebé como si observaran una criatura de leyenda. Pero en la cuna, solo hay un niño… temblando, llorando… vivo.
Su nombre será Victor Vampire.
Y su historia apenas comienza.
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Parte 2: Mesero
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Miércoles 29 de enero de 2014. Ciudad Granizo, Distrito Polar. Salón de fiestas “Pingüino”. 9:50 p.m.
La música y el bullicio acompañaban a los jóvenes graduados de la carrera de Ingeniería Bioquímica del Instituto Tecnológico de Ciudad Granizo. Estos jóvenes podrían revolucionar el campo de la bioquímica y, entre manos, el raro caso del gen V.
Pero eso lo harían en otra oportunidad. Hoy tocaba divertirse.
Los jóvenes bailaban mientras el servicio de catering se esforzaba al máximo por cumplir con su trabajo, trayendo bebidas y aperitivos a diestra y siniestra.
Entre ellos estaba Víctor, un joven de 25 años graduado en bioquímica, pero que no estaba celebrando. Al pobre le tocó trabajar en su propia graduación.
—Universitarios estúpidos... me hacen trabajar en mi propia graduación...
Un vaso desechable golpeó la cabeza de Víctor, quien miró con furia asesina al responsable. Su insoportable compañero: Daniel.
“¿Cómo se graduó alguien como él?”, se preguntaba.
—Tráeme otro trago... digamos, ¿un vampiro? ¡Jajaja! —Daniel rió mientras subía los pies a la mesa.
—Enseguida, señor... —dijo, apretando el vaso desechable con furia, casi clavando sus uñas en la palma.
Mientras servía el trago, Víctor no podía evitar mirar con asco a sus compañeros de carrera.
—“El futuro de la bioquímica”, dicen. No podrían distinguir una bacteria de una célula sin los apuntes de su “vampiro”, al que masacraron a burlas —suspiró mientras limpiaba un vaso con su paño blanco—. Y pensar que estudié esto pensando que tendría cura... solo para descubrir que no la hay...
Llevando las bebidas en una bandeja, una servilleta de tela envuelta tumbó todas las bebidas. Era Daniel.
—¡Oye, vampiro! ¡Ten más cuidado! Jajaja...
Ardiendo en furia, Víctor soltó la bandeja y, enfurecido, se preparó para salir.
—¡Ey, chico! Si dejas el servicio ahora, te despido.
—Pe-pero, señor Ortega...
—Sin peros. Vuelve al trabajo, fenómeno.
Ardiendo en furia, Víctor apretó los dientes y aflojó su corbata.
—¡Yo renuncio! —dijo, azotando la puerta al salir.
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Parte 3: Give Me a Break
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Saliendo del salón, Víctor caminó y caminó hasta llegar a un cruce peatonal elevado. Justo en la base, recargado contra las escaleras, estaba Héctor: un dealer.
—¡Víctor! ¿Viniste por azúcar?
—Ya sabes lo que quiero, Héctor. Solo tengo 200.
—Mmm... pero no puedes comprar la misma cantidad con 200. Ha subido de precio últimamente.
—¡Por favor, Héctor! ¡Tuve un mal día!
—Pero, ¿sabes? Mis contactos piensan en gente como tú. Tengo un producto mucho más potente que el original por solo 100. ¿Aceptás? —dijo, sacando una bolsa Ziploc de color anaranjado fosforescente.
—¿Con qué cortaron esa madre? ¿Vidrio radiactivo?
El dealer se echó a reír.
—¡Jajaja! Se llama Crepúsculo. Es una mezcla entre lirio congelado y...
—Lo compro. Quiero dos.
—Impaciente... debo admitir que tiene algunos efectos secundarios.
—Mientras esta mierda pegue, no me importa.
—Okey, okey. Entonces, dos de Crepúsculo para mi buen amigo Víctor —dijo con una evidente sonrisa falsa.
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—Odio admitirlo, pero Héctor es, de hecho, el único “amigo” que tengo. No le importa mi apariencia, solo si compro o no. Al menos es honesto —inhalando el producto, Víctor soltó un fuerte grito—. ¡Aaaahhhh!
El calor empezó a subir por su cuerpo hasta sentirse al rojo vivo. Entre agitadas respiraciones, exhalaba vapor ardiente por la boca.
Era un milagro que su ropa no se estuviera chamuscando.
—¡¿Qué me vendiste, Héctor?! —dijo, golpeando la pared de un baño público y atravesándola como si nada.
Las luces empezaron a parpadear y, de pronto, toda fuente de luz o calor empezó a dirigirse hacia él, como una estela aspirada por su cuerpo.
Los focos del baño se reventaron, pero él comenzó a brillar en un color rojo carmesí incandescente.
Viendo su reflejo en el espejo, lo que vio fue a un auténtico vampiro.
Su cabello era negro —lacio— y largo hasta la espalda, con dos mechones que llegaban hasta el piso.
Vestía un smoking negro, pantalón de vestir negro y zapatos negros, con una sudadera gris desgastada por encima.
Sus orejas se volvieron puntiagudas y su mirada, carmesí, intensa. Sus colmillos se habían cubierto de esa energía extraña, y emanaba un aura rojiza.
Su piel, pálida, ahora tenía un tono algo oscurecido, como si estuviera enfermo.
—¡¿Soy un fenómeno completo?! ¡Noo!
Con furia, liberó la energía absorbida en una onda calorífica que quemó por completo el baño, como si el sol hubiera aparecido por una fracción de segundo dentro.
—Con estos poderes, sí… ¡Finalmente puedo vengarme de esos malditos! —pensó, huyendo rápidamente del baño.
Corriendo, se dio cuenta de que su cuerpo se sentía ligero, y trató de dar un salto, descubriendo que ahora podía saltar 10 metros en el aire como si no fuese nada.
—¡Sí! ¡Gracias, Héctor!
Dando saltos a 200 kilómetros por hora, se dirigió al salón de fiestas Pingüino con sed de sangre y un futuro evaporándose a su espalda.
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De una patada lateral abrió la puerta, sorprendiendo al servicio de catering.
—¡¿Qué haces aquí?! ¡Te despedí!
—No, señor Ortega. YO renuncié… ¡Jajaja!
Víctor tomó al señor Ortega entre sus manos, sujetándolo por el rostro y absorbiendo su calor corporal, dejando su cuerpo hecho cenizas.
Todos gritaron aterrados, pero Víctor tenía una sonrisa en el rostro.
—Oh, sí. La cena está lista —dijo relamiéndose las manos.
Gritos de terror llenaron el lugar, pero en menos de dos minutos todos se detuvieron cuando una llamarada voló el salón por los aires, dejándolo todo chamuscado.
En el centro de las ruinas estaba Víctor, con sangre en la boca, la mirada perdida en éxtasis.
—¡Give me a break!
Gritó, absorbiendo nuevamente el calor circundante.
De un salto subió a lo alto de un edificio y se alejó antes de que las patrullas de policía llegaran, dejando tras de sí toda su vida.
—Me vengaré de cada maldito que se atrevió a discriminarme. Empezando por mis estúpidos jefes.
Sin saberlo, Víctor era seguido por la mirada de una cámara. Detrás de esa grabación, se escuchaba:
Nota 1: El sujeto parece haber reaccionado al Crepúsculo y activado su efecto calorífico. Ahora es capaz de manipular la energía térmica.
Nota 2: El núcleo de Crepúsculo en sus pulmones es inestable y, en 36 horas, se desintegrará.
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