Chapter 19:

Promises in The Castle

Revenge in another world


El Castillo de Azurath estaba envuelto en un silencio solemne. Los ecos de la última batalla aún resonaban en nuestras mentes, y cada paso por los pasillos de piedra se sentía más pesado que el anterior. Habíamos perdido demasiado en tan poco tiempo, y el aire, cargado de dolor, lo dejaba claro.
En una de las habitaciones, bañadas por la tenue luz de los candelabros, Aria yacía en una cama cubierta con sábanas blancas. Su rostro estaba pálido, pero sus ojos aún conservaban la chispa de su voluntad. La princesa Cicilia estaba a su lado, rodeada de libros y pociones que había intentado usar para sanar lo imposible.
—He hecho todo lo que estaba en mi mano... —murmuró Cicilia, bajando la mirada. Le temblaban las manos al retirar las vendas del hombro izquierdo de Aria—. Lo siento. Ninguna de mis magias puede restaurar lo que perdió.
La habitación se convirtió en una tumba. Nadie habló durante largos segundos. Me quedé quieto, con los puños apretados, mirando la ausencia donde debería haber estado el brazo de Aria. El vacío era como un cruel recordatorio de mis errores.
Aria respiró hondo, rompiendo el silencio. «No es tu culpa, princesa. Lo supe en cuanto sentí que se me escapaba...». Su voz se quebró por un instante, pero se recompuso rápidamente. «No necesito compasión. Solo necesito fuerza para seguir adelante».
Cicilia asintió, conteniendo las lágrimas. «Eres más fuerte de lo que muchos creen, Aria».
La puerta se abrió lentamente y Lysbeth, Nara y Rei entraron en la habitación. Sus expresiones reflejaban fatiga y dolor. Habían oído la noticia en los pasillos, y verla confirmada ante sus ojos fue aún más devastador.
—Entonces… es verdad —dijo Lysbeth suavemente, inclinando la cabeza.
Nara se mordió el labio, apartando la mirada. "Maldita sea... No puedo creer que Piko se haya ido... y ahora esto..."
Rei, aún con vendajes frescos en el torso, se acercó lentamente. «Aria, lo siento. Ojalá hubiera podido hacer más en la batalla».
Aria negó con la cabeza, sonriendo con cansancio. «Nadie tiene la culpa de lo que pasó... nadie excepto yo, por no haber sido lo suficientemente rápida».
Sus palabras me traspasaron. No pude callarme más. Di un paso adelante y mi voz resonó en la cámara.
—¡No digas eso! —grité con un tono áspero, casi desesperado. Todos se giraron para mirarme. Se me hizo un nudo en la garganta, pero tenía que decirlo—. No es tu culpa, Aria. Ni tuya, ni de Lysbeth, ni de Nara, ni de Rei. La culpa es mía.
El silencio volvió a invadir la habitación. Me arrodillé en el suelo y bajé la cabeza.
He sido una tonta. Estaba tan obsesionada con hacerme fuerte, tan cegada por mi venganza, que olvidé lo más importante: todos ustedes. Ignoré sus voces, sus advertencias, sus sentimientos. Y por mi arrogancia, perdimos a Piko... y ahora ustedes... —Me temblaban las manos al aferrarme al suelo—. Nunca me lo perdonaré.
Las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas, cayendo pesadamente. No era un héroe ni un guerrero indomable. Era un idiota que les había fallado a quienes más confiaban en mí.
Aria me miró fijamente desde la cama. Tenía los ojos vidriosos, pero había determinación en ellos. Con esfuerzo, extendió su mano derecha hacia mí.
—Kaoru… mírame —dijo con firmeza. Levanté la vista, temblando—. No eres la única que sufre por Piko. Todos la queríamos aquí. Pero decidió sacrificarse por ti… porque creía en ti. ¿De verdad vas a traicionar su memoria hundiéndote en la culpa?
Sus palabras me llegaron directamente al corazón.
Nara dio un paso adelante con los brazos cruzados. «Tiene razón. Eres testaruda, Kaoru, pero eres nuestra testaruda. Si de verdad quieres enmendar tu error, no lo hagas con lágrimas. Hazlo caminando con nosotras».
Lysbeth se acercó y me puso una mano en el hombro. «Somos un equipo. No necesitamos un líder perfecto, solo alguien dispuesto a luchar junto a nosotros».
Rei sonrió con ironía. "Eres insoportable cuando te encierras, ¿lo sabes? Pero... no dejaré que cargues con esto sola".
Mis lágrimas seguían cayendo, pero esta vez sentí que se llevaban parte del peso que me oprimía. Levanté la cabeza y las miré a cada una.
—Lo prometo... —murmuré con la voz quebrada—. Nunca más te ignoraré. Caminaremos juntos, pase lo que pase.
Aria dio una sonrisa débil, y esa sonrisa fue suficiente para traerme un poco de paz.
Cicilia cerró el libro de sanación que aún sostenía en sus manos. «No puedo restaurar lo que Aria perdió... pero eso no significa que no haya una manera. Hay leyendas de reliquias antiguas y hechizos prohibidos que podrían regenerar lo imposible».
Los ojos de todos se iluminaron con una chispa de esperanza.
—Entonces lo encontraremos —dije con firmeza—. Aunque tengamos que buscar por todo el mundo, encontraremos la manera de devolverte el brazo, Aria. Y... también de honrar a Piko.
Aria apretó los labios, conmovida. "Sí. Lo haremos juntas".
La brisa nocturna entraba por la ventana, acariciando la habitación como una promesa de nuevos comienzos. Estábamos heridos, destrozados por dentro, pero seguíamos de pie. Y desde ese momento, permaneceríamos unidos, sin permitir que las sombras nos separaran nunca más.