Chapter 1:

Despertar

Bienvenidos a Litnar


“Ya es hora…”

Sus párpados se levantaron, en una casi sincronía al término de la voz que cree haber escuchado resonar dentro de su cabeza.

Parpadeó continuamente, hasta que sus ojos eran capaces de discernir de manera tenue en toda la oscuridad que lo abrasaba. Encontrándose con la espalda tocando el suelo, levantó su torso usando de apoyo las manos. Él sintió el suelo rocoso y de manera áspera. A sus oídos llegaba un continuo goteo que se escuchaba distante. Estaba oscuro. El lugar no contaba con ninguna iluminación.

— ... ¿Dónde estoy?

Dándose la vuelta y utilizando toda la fuerza de sus delgados brazos, se colocó de pie. Sentía un dolor en la espalda y extrañamente sentía los hombros pesados. Su cabello negro estaba desbordado y sus labios resecos. Sus ojos color carbón no lograban ver más allá de su propia mano.

Fue en ese momento cuando todo el lugar tembló. Se escucharon escombros cayendo y la tierra sacudiéndose. Él intentó mantener el equilibrio y no caer, sosteniéndose de la pared que se encontraba a su lado.

Junto a su espalda, la oscuridad empezó a desaparecer cuando lo que parecía una pared comenzó lentamente a descender, sumergiéndose en el suelo. Cuando la luz se filtró en el lugar instintivamente su rostro se contrajo en desagrado y se llevó las manos al rostro.

Es la… ¿Salida? Espera, ¿Esto es un letrero?

No se había fijado se inmediato. Cuando dio algunos pasos hacia la puerta, miró por un momento la pared en la que su mano se presionaba. Y justo allí, a la altura de sus ojos, había un objeto cuadrado que parecía estar hecho de madera. Estaba sostenido por una cuerda deshilachada. El clavo oxidado adherido a la pared demostraba el tiempo que llevaba ahí.

En el letrero de madera parecía haber escrito algo.

Realmente no puedo entender nada. Pensó, mientras sus dedos jugaban con las inscripciones. Quiero decir, parecen haber varios idiomas aquí. Cada una de las inscripciones parece estar hecha por una persona diferente. No puedo reconocer y entender ninguno… Esta de aquí… por alguna razón, ¿puedo entenderla? Sí, esto, estas letras se me hacen familiares.

Su vista se encontró justo en el centro. Su dedo índice, tocando cada una de las letras allí. Era una oración. Ignorando los demás garabatos que no podía entender, se enfocó en las seis letras que le resultaban legibles. Solo seis, y decía:

— Li… t… na… r. Litnar… ¿Qué es Litnar?

No estaba familiarizado con la palabra. Ahora que lo pensaba, intentó buscar algún recuerdo de antes de terminar aquí. No encontró nada. Su mente estaba vacía. Se llevó una mano a la cabeza y con la otra se cubrió la boca. Un sentimiento de preocupación se sembró en su ser.

¿Por qué no puedo recordar? ¿Exactamente dónde estoy? ¿Cómo terminé en esta situación? Yo… estoy seguro que… No, no estoy seguro de nada. ¿Quién soy? ¿Cual es mi nombre? ¿Por qué olvidaría algo como eso? Necesito saber, tan solo una cosa. Cualquiera…

Sintió náuseas. Estaba seguro de que si quitaba la mano de su boca terminaría vomitando. Así que, se colocó de espaldas contra la pared y se derrumbó. Cuando el dolor en su estómago cesó, se agarró la cabeza con ambas manos y apretó los dientes.

No tardó mucho para colocarse de pie una vez más. Sabía que no ganaría nada quedándose ahí. Tenía miedo, sí, mucho miedo. Sus piernas temblaban. No sabía que podía encontrarse más allá de la luz. Pero debía hacer algo. Por lo tanto, lentamente camino y…

Afuera… El viento se siente agradable.

Sus zapatos pisaron el pasto verde. El hermoso cielo azul estaba adornado con nubes gigantes dispersas. El viento golpeó sus mejillas e hizo su cabello ondear. Estaba en una colina, de fondo inmensos árboles era lo que apreciaba.

— Imposible…

Escuchó una diminuta voz masculina. Seguido de ella, exclamaciones débiles de sorpresa.

Lo había ignorado, pero justo delante de él, a unos pocos metros, había siete personas sentadas en el suelo: cuatro hombres y tres mujeres.

Los hombres fueron los primeros en ponerse de pie. El de la izquierda y derecha parecían retener la emoción mientras que el del centro se mostraba indiferente, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

El de la izquierda, quien fue el primero en acercarse con una sonrisa hacia él y posar su brazo por encima de sus hombros, era delgado. Su cabello lacio llegaba hasta sus hombros.

— ¡Demonios, Borus, siempre terminas en todas las situaciones posibles, ¿eh?! ¡Aunque es genial tenerte aquí, amigo!

¡Qué demonios! Es delgado, pero tiene mucha fuerza. Además, ¿me conoce?

El chico delgado exclamó. Sus dientes blancos relucieron.

El chico de la derecha también se acercó. Llevaba lentes y tenía el cabello corto y negro. Con el dedo índice se acomodó los lentes y dijo:

— Así que tú también terminaste aquí, ¿eh? Eso significa que estamos todos. Ya veo.

— Yo…

No sé que decir. No entiendo sus reacciones. Parece que me conocen. Son amables conmigo, excepto por ese tipo de ahí. Es bastabte alto.

El chico del centro no se movió ni siquiera un poco, mucho menos dijo algo. Cruzado de brazos, se dio la vuelta y miró la lejanía.

En algún momento las tres chicas también se habían acercado. Él las observó.

Una de ellas tenía la cara notablemente simétrica. Su cabello blanco y largo estaba recogido en una trenza que descansaba en su hombro. El overol que vestía se encontraba cubierto de tierra en algunas zonas, algo que contrastaba con la camisa negra dentro de este, limpia. Estaba cruzada de brazos y tenía sus ojos verdes en él.

La siguiente, un poco más alta que el resto, tenía falda corta y una camiseta que dejaba sus brazos y hombros al descubierto. Su cabello era dorado y rizado, un poco por debajo de sus hombros. Un lunar se asomaba por debajo de su labio cuando esbozó una sonrisa. Su rostro era ovalado y sus facciones adorables. Era como ver la cara de un bebé en el cuerpo de una mujer.

Aún así, ¿es legal que alguien exponga tanta piel? Quiero decir, estoy seguro de que si soplara un viento más fuerte su falda se levantaría… ¿Qué hago pensando en esas cosas? La siguiente…. Parece ser tímida.

La última era la más baja de todas. Su cabello, recogido en un estilo messy, era castaño. Llevaba puesto unos lentes. Sus manos estaban entrelazadas cerca de su pecho. Vestía una falda y chaqueta gris que no encajaba por completo en su delgado cuerpo. Debido a su tez pálida era notable el rubor que adornaba sus mejillas.

Me está viendo directamente. Es bastante linda.

La primera en decir algo fue la chica de cabellos rizados, echándose por detrás de la oreja el cabello.

— Es bueno que estés bien, Borus.

El chico que lo abrazaba por encima del hombro exclamó:

— ¡Esto es más que bien! ¡Estamos todos aquí! No quiero decir que sea algo bueno, pero ¡estoy contento de estar rodeado de mis personas preferidas!

— Pensé que tú persona preferida era la chica que te rechazó ayer—dijo cabello rizado, con el dedo índice cerca de los labios y las cejas levantadas.

— ¡Eso no tiene nada que ver en todo esto! ¡Además, nunca dije algo como eso!

La siguiente en responder fue, sorpresivamente, la chica de la chaqueta, quién miró hacia un lado.

— D-de hecho, sí lo hiciste. Hoy durante la salida no dejaste de hablar sobre cómo te rompió el corazón y nunca volverías a enamorarte… Que estupido.

— ¡Escuche eso, escuché eso último, Eryl! ¡Fue doloroso! ¡En ese momento debías abrazarme y decirme que todo estaba bien!

El chico delgado se puso en cuclillas y bajó la cabeza en forma de lamento.

Ella no parece ser tan tímida como yo pensaba. Tampoco parece dolida por el estado de este tipo. Es un poco triste, puedo sentir pena por él. Solo un poco.

— Así que Eryl también puede demostrar ese lado~. Nunca llegué pensarlo.

— A-Ah, no, yo solo…

¿Tú solo que? ¿Por qué te encoges de hombros y me miras de esa manera tan tierna? ¿Qué es lo que quieres decir?

La chica de cabello rizado, quien fue la que dijo lo anterior, notando en dónde estaba fijada la vista de la chica de lentes— Eryl, se interpuso en su camino y colocó una sonrisa de oreja a oreja.

— Vamos, vamos~. No busques ayuda de Borus ahora. Ni siquiera él podrá ayudarte.

Eryl tomó la chaqueta y encogió la cabeza, intentando ocultar el rubor de sus mejillas. Sin saber que decir ante eso, el chico se llevó la mano a la cabeza y desvío los ojos.

No estoy entendiendo nada de lo que sucede aquí.

Intentó exprimir cualquier parte de su cerebro, cada rincón hasta donde su memoria estuviera permitida. Pero, aún incluso de esa forma, no encontraba nada más que un vacío que lo llevaba inconscientemente a agarrarse con fuerza el pecho.

“¡Oh, finalmente están aquí todo! ¡Por un momento pensé que alguno había muerto en el interior! Era extraño que la cueva no hubiera desaparecido, jejejej”.

Una voz intrusa penetró los oídos de todos los presentes. Momentos después, el suelo debajo de sus pies empezó a temblar de manera descontrolada. Todos miraron de reojo la cueva, algunos sosteniéndose de otros para no caer.

“¡Borus, Borus! ¡No me dejes caer! ¡Abrázame fuerte!”

El joven de cabello lacio se aferró al cuello de Borus exclamando lo anterior. Su rostro parecía confundido e inquieto. Borus, a regañadientes, decidió aferrarse de igual forma a su torso para no caer. Por otra parte, Eryl y la chica de cabello rizado se abrazaron fuertemente y cerraron los ojos con fuerza.

A diferencia del resto, la muchacha del overol y el chico alto y corpulento no tuvieron problema para soportar el leve sismo. De manera inteligente, la chica de overol se agachó estirando la pierna derecha hacia atrás y apoyó ambos brazos al suelo. Y, con respecto al joven alto de piel morena, simplemente se sujetó del árbol más cercano.

La cueva dejaba caer trozos de tierra y piedra conforme se sumergía en el suelo de pasto. La sombra proyectada por ella que los cubría de los rayos del sol fue desapareciendo paulatinamente, llevando a más de uno cubrirse el rostro con la palma de la mano. Cuando la cueva pareció finalmente descender por completo, el terremoto desapareció y el lugar donde debería encontrarse la estructura de la que habían escapado, ahora solo quedaba un rastro de tierra castaña.

Lo que no notaron al inicio fue la pequeña figura que se encontraba delante de ellos. Parecía que la dueña de la voz que resonó se había encontrado todo este tiempo en la parte superior de la cueva.

Era una pequeña niña que no podía superar los diez años de edad. Llevaba puesto lo que parecía ser un uniforme de marino. Su cabello negro, adornado por diversas estrellas diminutas, resplandecía por los rayos del sol. Pero lo más llamativo era la marca de color carmesí grabada en su mejilla derecha. La infante sonrió mostrando sus dientes blancos y levantó los brazos con emoción—

“¡Bienvenidos todos a Litnar! Tenemos cupones de descuento si necesitan un momento de relajación. Wuu, wuu, ¡Bienvenidos!”

Inclinandose hacía adelante y apuntando hacia ellos, la niña dijo eso sonriendo con los ojos cerrados.

Los presentes permanecieron taciturnos un momentos. En un sincronía terrorífica, todos dejaron salir un: ¡¿Qué?! 

Elukard
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