Chapter 1:

PROLOGO

Cronicas de Rigel


Era una mañana fría del 7 de noviembre de 2016. Las calles de la ciudad se mantenían en su constante flujo, donde las horas parecían perder su significado. Las luces venían y se iban, una constante que marcaba el paso del tiempo sin importancia alguna. A las 20:00, una figura solitaria caminaba por una calle desierta. Llevaba puesta una chaqueta verde oscuro que se fundía con su pantalón negro de corte holgado. Unos zapatos de un azul marino completaban su atuendo. Su cabello negro caía desordenado sobre su frente, sin que le importara mucho su aspecto. No era alguien que se preocupara por su apariencia.

Lo que sí destacaba eran sus ojos, de un rojo carmesí que sobresalía incluso entre las sombras de la noche. Su nombre era Shiro, un joven de 17 años que estaba por terminar la preparatoria. En esas fechas finales, las clases pasaban a ser lo menos importante para alguien que, como él, ya había alcanzado el mínimo para aprobar. Esa noche, salía de una pequeña tienda con algunas golosinas y una bebida en mano, listo para otra noche de rutina.

Shiro, algo alto para su edad (1.80 metros), caminaba por las calles extrañamente vacías. Su cuerpo, delgado pero firme, avanzaba con tranquilidad hasta que, al cruzar un callejón, algo blanco atrapó su atención. Sin pensarlo demasiado, desvió su mirada hacia el lugar, sintiendo una leve curiosidad que lo empujó a adentrarse en el callejón.

Al agacharse para investigar, notó un objeto pequeño y frío, de superficie lisa, entre las sombras. Lo levantó con dos dedos de la mano izquierda, la que no sostenía la bolsa de sus compras. Sintió el peso del objeto en su mano, una sensación que lo incomodó ligeramente. Sin embargo, no le dio mayor importancia y dio un paso más adentro del callejón.

De repente, algo chocó contra su zapato, una sensación líquida, diferente a lo que uno podría esperar de un simple charco. Shiro no prestó atención en un principio, pero la incomodidad lo invadió cuando comenzó a percibir un olor extraño en el aire. A pesar de sus dudas, avanzó un poco más, empujado por su afán de resolver el misterio. Al llegar a su destino, vio una cartera en el suelo. Al abrirla, encontró grandes cantidades de dinero, que rápidamente guardó en sus bolsillos. Fue entonces cuando una mosca golpeó su mejilla. Un gesto natural de molestia lo hizo voltear hacia el sonido, pero lo que vio lo paralizó. Un escalofrío recorrió su cuerpo, y por un momento, no pudo moverse.

Lo que había frente a él era un cuerpo desmembrado, irreconocible. La piel estaba rota, los huesos expuestos, y la sangre cubría todo el suelo. El olor que antes había notado ahora era insoportable. El miedo lo envolvió en un instante, y su respiración se volvió errática. En un acto automático, dejó caer la bolsa de compras, que resonó con un sonido sordo al chocar contra el charco de sangre.

Shiro, incapaz de pensar con claridad, soltó un suspiro entrecortado. La imagen frente a él era demasiado para procesar. Intentó reaccionar, pero su cuerpo parecía no responder. Cuando finalmente logró levantarse, un ruido a lo lejos lo sacó de su trance. Desde la entrada del callejón, tres figuras emergieron. Una de ellas, un hombre alto y delgado, se acercó sin prisas. Otro, a su izquierda, dejó caer un cigarro con gesto de fastidio. El tercero, de pie en el lado derecho, miró a Shiro y soltó un comentario, su voz llena de rabia: "Maldición... no debimos dejar el cuerpo aquí."

El hombre del medio, con una barba espesa que le daba un aire intimidante, habló con desdén: "Solo es un niño, a nadie le importará."

Sin pensarlo, Shiro actuó por instinto. La adrenalina lo impulsó a correr, a huir de esa pesadilla que acababa de encontrar. La calle se convirtió en un laberinto de callejones, sin salida a la vista. Corría con desesperación, jadeando mientras sus pasos resonaban en el vacío de la ciudad.

Un giro repentino lo llevó a otro callejón, donde vio la figura de uno de los hombres, corriendo tras él. En un acto impulsivo, Shiro saltó hacia una ventana abierta, sin pensar más allá de escapar. Se deslizó por el pasillo oscuro, el sonido de sus pasos resonando en el suelo sucio y crujiente. La presión en su pecho aumentaba con cada segundo. El miedo lo dominaba.

Al llegar a un conjunto de escaleras, subió rápidamente, sin ninguna otra opción clara. Al alcanzar el segundo piso, se encontró con un largo pasillo lleno de puertas. Su lógica le dijo que se escondiera, que lo único que podía hacer era esperar a que el peligro pasara. Abrió la primera puerta que encontró, y lo que vio lo hizo detenerse en seco. Dentro, en una habitación casi vacía, un hombre estaba encadenado, su cuerpo marcado por quemaduras y golpes, una figura casi irreconocible.

Shiro dio un paso al frente, pero cayó al suelo, abrumado por la visión. Las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos, y el dolor lo envolvía. No entendía lo que estaba pasando, solo quería volver a casa, escapar de todo. Sin embargo, antes de poder procesar más, una respiración pesada resonó detrás de él. El miedo se convirtió en pánico cuando una mano áspera lo agarró con fuerza. Un golpe lo hizo chocar contra el suelo, la agonía le recorrió la espalda.

"¿Quién carajos entra a un callejón que huele a muerto?" preguntó una voz masculina, llena de desprecio. Shiro apenas podía respirar, el dolor era insoportable. El miedo lo consumió por completo, y pensó, entre lágrimas: ¿voy a morir aqui?

La agonía se apoderó de su cuerpo. ¿Por qué todo esto tenía que pasar? ¿Por qué a él? En ese instante, la desesperación lo embargó. Todo por una simple curiosidad. El mundo se volvía aún más cruel y sin sentido a medida que su mente comenzaba a nublarse.

Por alguna razon, todo parecia moverse a su alrededor, como si no pudiera confiar en la propia realidad, pero nisiquiera le importo en estos instantes

Al final, mientras las lágrimas caían, su último pensamiento fue uno que jamás pudo comprender del todo: "este mundo es cruel... " sin embargo, sus pensamientos fueron interrumpidos por una dulce y lejana voz

—"pero tambien es tan maravilloso..."

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