Chapter 6:
Cronicas de Rigel
Shiro se sentía nervioso ante que una chica de la misma edad o parecida estuviera tan cerca; después de todo, seguía siendo un adolescente.
—¡Tú serás el que me ayude! —dijo Kaede animada, sin alejarse de Shiro. Él suspiró para calmarse o intentarlo.
—O-oye, estás muy cerca…
—Kaede, lo estás poniendo nervioso —dijo Mizuki, quien se volvió a sentar y apoyó su codo en la mesa, con el mentón en la palma de su mano.
—Kaede, Shiro ni siquiera está al tanto de todo, ¿puedes ser paciente?
Kaede vio a Mizuki con una cara más normal, luego volteó a ver a Shiro nuevamente. Después de un contacto visual, se alejó y se sentó en una silla cercana, como si nada.
—¿Quién es ella…? —pensó Shiro, viendo a Kaede. Mizuki chasqueó los dedos para llamar la atención de Shiro.
—Mira, Shiro, te agradezco que no te hayas tomado todo esto a mal, pero te tengo que contar algo —Shiro ajustó la silla otra vez para ver a Mizuki.
—Bueno… ¿recuerdas cuando dije que las cartas usan éter y esas cosas? —Shiro asintió.
—Supongo que lo entendí. Esa cosa llamada éter te permite usar el poder de esa carta o algo así, ¿no? —Mizuki suspiró.
—Me sorprende que lo entendieras fácilmente.
Shiro volteó levemente atrás; Kaede estaba detrás de él. Shiro se paró por instinto y caminó hacia atrás.
—¡Mizuki, ve directo al grano! —dijo Kaede, algo impaciente por la alegría. Ella suspiró.
—Mira, Shiro, seré directa. Sirves más aquí que en el mundo de los muertos, así que no te dejaré irte.
Shiro suspiró y, algo confundido, inclinó levemente la cabeza.
—¿De qué hablas?
—E-eh… —dijo Mizuki, algo confundida. Kaede dio un paso hacia Shiro, moviendo los dedos con malicia.
—No sé de qué habla Mizuki, pero… —Shiro retrocedió un poco.
—O-oye, no te acerques tanto…
—Mira, Shiro, lo que pasa con Kaede es que… —
Antes de que siguiera hablando, Kaede saltó hacia Shiro. Él se resbaló en el suelo al intentar esquivarla, pero lo logró; se levantó y se alejó un poco. Kaede se rio levemente.
—¡Oye, empecemos ya! —dijo Kaede, todavía animada.
Mizuki se quedó sentada y siguió hablando:
—Como decía, Kaede tiene problemas con su carta abismal y está desesperada por ti, en el buen sentido.
Shiro volteó a ver a Mizuki.
—¿Carta abismal? —preguntó Kaede, acercándose a Shiro, esta vez manteniendo distancia.
—¡Sí, mi carta abismal!
—¿Qué se supone que es eso? —dijo Shiro, hacia las dos. Mizuki suspiró.
—Si… no sabes nada. Es una carta especial, sale en una persona entre un millón. Pero para usarla correctamente, tu alma debe ser grande de nacimiento, y la de Kaede no lo es… Entonces, en pocas palabras…
—¡Sé mi recipiente! —dijo Kaede, animada.
—¡Oye! ¡Eres muy directa! —dijo Mizuki.
—Recipiente…? —dijo Shiro, algo confundido.
Mizuki se levantó de su asiento y caminó hacia la puerta que los sacaría.
—Vengan, te enseñaré para que entiendas…
Mizuki salió de la habitación. Kaede rio y miró a Shiro.
—Ya verás, llevémonos bien, ¿sí? —dijo Kaede, extendiéndole la mano a Shiro. Él lentamente tomó su mano; Kaede le dio una leve sonrisa antes de soltarla y caminar hacia la salida. Shiro vio a Kaede salir.
—¿Qué está pasando…? ¿Recipiente? —pensó Shiro, algo nervioso. Los acontecimientos de la última hora habían sido raros para él, pero no tenía más opción que seguir el camino hacia la salida.
Los tres llegaron a otra sala, más oscura, con cables de todos tamaños por todos lados. Al fondo, en medio de la sala, había una cápsula algo grande.
—Shiro, puedo prometerte que estás en buenas manos. Esto solo es una prueba para que entiendas lo que está pasando.
Shiro, más atrás cerca de la puerta, asintió despacio. Kaede tomó su mano:
—Vamos, vamos, Shiro, ¡apresúrate!
Kaede jaló la mano de Shiro para llevarlo a la cápsula. Al estar frente a esta, Mizuki se alejó hacia una mesa con múltiples botones, palancas, radares, contadores, etc.
—De acuerdo… —dijo Mizuki en voz baja.
La cápsula se abrió; Kaede entró algo animada y apresurada. Shiro suspiró unas cuantas veces antes de entrar. Al instante de hacerlo, la cápsula se cerró y un gas se esparció por todo el interior. Shiro tosió unas cuantas veces; Kaede le tapó la boca con la mano derecha antes de desmayarse.
Shiro volteó a ver a Mizuki en la poca visibilidad del gas. Mizuki puso el pulgar arriba; eso también le dio calma antes de desmayarse.
Shiro escuchó una voz distante mientras estaba inconsciente, hasta que sintió una bofetada suave y despertó:
—¡Vamos, no perdamos el tiempo! —dijo Kaede animada.
Shiro se levantó y vio su alrededor: montañas de color rojo por doquier.
—¿Dónde… estamos? —preguntó. Kaede soltó una risa.
—¿No es obvio? ¡Una simulación! —dijo animada, extendiendo su mano hacia Shiro y sonriendo levemente.
—¡Vamos, Shiro, conéctate conmigo!
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