Chapter 51:

The Enemy of My Enemy

Revenge in another world


El choque fue ensordecedor. La espada de Serion descendió como un rayo de sol, y mi Lanza del Velo la detuvo con una explosión de chispas. El suelo bajo nuestros pies se agrietó por la fuerza del impacto, y una onda expansiva arrojó a los soldados cercanos al suelo.
—¡Kaoru! —gritó Aria, su voz ahogada por el rugido.
Serion me empujó con una fuerza sobrehumana. Sus ojos brillaban con un resplandor divino, como si no albergara ninguna duda.
—¡Eres un riesgo que no puedo permitir! —rugió, lanzando otro golpe.
Volví a bloquearlo, con los brazos ardiendo de esfuerzo. El eco dentro de mí rió, emocionado.
Sí... lucha contra ellos. Lucha contra los propios dioses. Solo así encontrarás tu verdadero poder.
—¡No necesito tu poder! —grité, desviando la espada y contraatacando con una estocada que Serion bloqueó fácilmente.
La batalla se convirtió en un torbellino de destellos. Cada choque de nuestras armas retumbaba como una tormenta. La luz de su espada y la oscuridad de la lanza colisionaron, creando chispas cegadoras para cualquiera que observara.

Rei se lanzó hacia nosotros, intentando intervenir, pero Lysbeth lo detuvo con su escudo.
—¡No te metas en el camino! —gritó—. Si entras, solo estorbarás.
—¡Morirá! —respondió Rei furiosa.
—¡Confía en él! —dijo Lysbeth, aunque sus propios ojos estaban llenos de ansiedad.
Nara, desde lo alto de un muro roto, gritó con sarcasmo: —¡Menudo espectáculo! ¡Héroe contra santo! Si alguien sobrevive, que al menos nos informen.
Aria, sin embargo, no podía quedarse quieta. Se aferró al borde del patio, susurrando una oración desesperada mientras las lágrimas brillaban a la luz del fuego.

El combate llegó a su clímax. Serion alzó su espada por encima de su cabeza, concentrando una luz cegadora en la hoja. —¡Este será el golpe que acabe con tu error!
El eco dentro de mí rugió de emoción. «Ahora, Kaoru. Déjame salir. Solo conmigo puedes resistir. ¡Solo conmigo!»
El aire se volvió más denso, la presión de aquel golpe divino, insoportable. Mis rodillas amenazaban con ceder.
Aria gritó mi nombre y ese sonido atravesó la oscuridad como un faro.
—¡No! —rugí, alzando la lanza con todas mis fuerzas—. ¡No caeré aquí!
El choque fue devastador. La espada descendió, la lanza resistió, y el impacto provocó una explosión que sacudió todo el castillo. Los muros crujieron, las torres se tambalearon, y por un instante el mundo entero se llenó de luz y sombra.

Cuando el resplandor se desvaneció, caí de rodillas, jadeando. Serion también se vio obligado a retirarse; su armadura se quebró y respiraba con dificultad.
—Imposible… —murmuró—. Eres más fuerte de lo que pensaba.
El eco rió con deleite. "¿Ves? Ni siquiera los elegidos de los dioses pueden quebrantarte. Pero conmigo... podrías aplastarlo por completo."
Antes de que pudiera responder, un rugido recorrió el campo.
Kiseki había descendido de la colina. Su sombra envolvió a su ejército como una ola negra. Con un gesto, arrastró a docenas de devotos y soldados por igual, como si fueran simples piezas de un tablero.
—Esto es aburrido —dijo con voz despreocupada—. Héroe contra santo… pero ninguno de los dos lo entiende. Este mundo no necesita salvadores ni guardianes. Solo necesita caer.
Ella extendió su mano y cadenas de sombras emergieron del suelo, dirigiéndose hacia Serion y hacia mí.
—¡¿Q-Qué…?! —Serion apenas logró cortar el primero, pero el brillo de su espada se atenuó con cada golpe.
Bloqueé con la lanza, aunque la presión de esas cadenas era abrumadora.
Kiseki se rió. —Qué irónico… Tengo que ayudarte a entender. Se creen enemigos, pero al final, ambos son míos.

Aria corrió hacia mí, lanzando un rayo de luz que rompió algunas cadenas. —¡Kaoru, de pie! ¡No puedes dejar que ella decida tu destino!
Serion, furioso, se liberó con un rugido. —¡No dejaré que una abominación interfiera!
Por primera vez, sus ojos se posaron en Kiseki. Y en ese instante, me di cuenta de algo: no había venido solo por mí. También la consideraba parte del error que debía corregirse.
Lo que parecía un duelo entre Serion y yo se había transformado en algo mucho más grande.
—Si quieres destruirla, tendrás que hacerlo después de que este castillo caiga —grité, levantando la lanza. —Ahora mismo, tenemos un enemigo común.
Serion dudó. La luz de su espada parpadeó un instante.
Kiseki sonrió, encantada. —Qué bonito. El enemigo de tu enemigo es tu amigo… pero solo por un momento.
Su sombra se elevó de nuevo, lanzando otra ola de devotos hacia nosotros.

No había tiempo para discutir. Serion y yo nos miramos, tensos, desconfiados.
Finalmente, asintió fríamente. —Por ahora… lucharemos juntos.
Cargamos hacia adelante al mismo tiempo. Mi lanza atravesó la primera oleada de devotos, mientras su espada brillaba como un sol que dividía las sombras. El impacto combinado abrió un camino a través del ejército enemigo, y por primera vez, Kiseki dejó de sonreír.
Aria, Lysbeth, Rei y Nara se unieron al contraataque. El castillo rugió de nuevo, y la esperanza surgió entre las llamas.

El eco dentro de mí habló una vez más, pero esta vez su voz sonó intrigada.
Curioso... incluso contra los dioses, decides luchar. Quizás hay más en ti de lo que imaginaba.
No respondí. No podía perderme en sus palabras ahora.
Porque, por frágil que fuera, finalmente tuvimos una oportunidad real de hacer retroceder a Kiseki.
Y esa chispa de esperanza fue suficiente para seguir en pie.