Chapter 52:

Aún Alliance of Shadows and Light

Revenge in another world


El campo de batalla ardía bajo el peso de la guerra. Serion y yo avanzamos codo con codo, nuestras armas iluminando la oscuridad. Su espada lanzaba destellos dorados que repelían las cadenas de sombra, mientras mi Lanza del Velo aniquilaba a los devotos que intentaban rodearnos.
Se sentía extraño luchar junto a alguien que, minutos antes, había querido matarme. Cada movimiento suyo era preciso, cada golpe medido, pero no podía evitar la sensación de que, en cualquier momento, podría volverse contra mí.
Kiseki lo sabía. Su risa resonó por el campo como un eco cruel. —Qué espectáculo tan patético. Dos enemigos obligados a luchar juntos, cuando ambos están destinados a ser míos.
Su sombra se elevó como una ola, provocando otra avalancha de devotos y bestias corruptas. Las criaturas rugieron, con sus cuerpos retorcidos por la oscuridad, avanzando con una furia imparable.
—¡Kaoru! —gritó Aria desde la pared—. ¡Mantengan la formación!
Asentí, agarrando la lanza. —¡Vamos, Serion!
—No me des órdenes —respondió, aunque su espada brillaba con renovada fuerza.

Rei apareció en el flanco, con su espada danzando en un torbellino de acero. Nara invocó ráfagas de fuego que iluminaron la noche, mientras Lysbeth bloqueaba con su escudo ataques que habrían partido en dos a cualquiera. Aria mantuvo con vida a los heridos, extendiendo su luz sobre los soldados que aún resistían.
Aun así, estábamos al límite. Cada vez que abatíamos a un enemigo, otro emergía de las sombras de Kiseki.
—Esto no terminará hasta que lleguemos directamente a ella —dijo Serion, cortando a tres devotos de un solo golpe.
—Lo sé —jadeé—. Pero para llegar hasta ella, debemos abrirnos paso y no podemos dejar a nadie atrás.
Su mirada era dura. —Tu apego será tu perdición.
Apreté los dientes. —Y tu frialdad será tuya.
El eco dentro de mí rió suavemente. «Hermoso. Incluso ahora, no confías en tu aliado. Y tienes razón».

Kiseki levantó ambas manos y el suelo tembló. De la fisura emergió una criatura aún más grande: un coloso de sombras, formado a partir de los restos de gigantes caídos. Sus ojos brillaban carmesí y su cuerpo exudaba un poder abrumador.
Los soldados dieron un paso atrás con el miedo escrito en sus rostros.
—¡Cielos…! —murmuró Nara—. ¿De dónde saca tanto poder?
Serion apretó los dientes. —Esa es la corrupción que intentamos sellar hace siglos.
La bestia rugió, alzando un brazo enorme que se estrelló contra la pared, destrozándola como si fuera arcilla. Todo el castillo se estremeció.
No había tiempo que perder.
Corrí hacia adelante, con la lanza brillando intensamente. Salté hacia el coloso y le clavé el arma en el hombro. El impacto abrió una grieta luminosa en su cuerpo, provocando un rugido que estremeció el campo.
Serion apareció a mi lado, su espada atravesando la grieta y ensanchándola. Por un instante, luchamos como si hubiéramos entrenado juntos toda la vida, nuestras armas resonando al unísono.
—¡Empuja! —rugió Serion.
—¡Lo sé! —respondí, apretando la lanza con todas mis fuerzas.
El coloso explotó en un destello de sombras que se dispersaron con el viento. El silencio duró apenas unos segundos antes de que los gritos de los soldados estallaran en un rugido victorioso.

Pero Kiseki no pareció sorprendida. Su sonrisa permaneció intacta. —Curioso... incluso unidos, apenas logran derribar un juguete.
Su sombra se alzó de nuevo y su mirada se fijó en mí. —Kaoru… cada segundo que resistes, tu ser interior se resquebraja un poco más. Cuando la fisura se abra, estaré allí para reclamarte.
El eco respondió con una risa que me heló la sangre. «Sí... y cuando eso ocurra, ni ella ni él podrán detenerme».
Apreté la lanza, sudando. Serion me observaba de reojo, con los labios apretados.
—Cuando todo esto termine —dijo en voz baja, apenas audible por encima del ruido—, no creas que habré olvidado mi misión.
Lo miré a los ojos, con la misma resolución. —Y no creas que aceptaré tu sentencia.

La batalla continuó, el castillo aún en llamas, pero por un instante ganamos terreno. Los soldados alzaron sus espadas, animados por nuestra victoria parcial.
Pero todos sabíamos la verdad: este no era el final.
Fue sólo una pausa antes de que Kiseki revelara su verdadero poder.