Chapter 57:

The Price of the Path

Revenge in another world


El rugido del coloso de Kiseki aún resonaba mientras Cicilia nos guiaba por un pasillo interior del castillo, intentando ganar tiempo. Los muros se desmoronaban, y cada golpe de aquella monstruosa sombra abría nuevas fisuras en la piedra.
—¡Rápido! —gritó, señalando una cámara sellada—. ¡Aquí estarán a salvo por un momento!
Serion dio un paso al frente, rompiendo el sello con un golpe de espada. Dentro, encontramos una sala circular, cubierta de símbolos arcanos en el suelo y las paredes. En el centro, un altar de piedra albergaba otro fragmento del Códice del Velado.
El libro brillaba con una luz fría, como si esperara nuestra llegada.
—Esto… —murmuró Serion, acercándose con cautela—. Este es el verdadero núcleo del ritual.
Aria se aferró a mi brazo. —¿Qué dice?

Serion abrió el libro. Sus páginas se desplegaron como si respiraran, revelando letras en un idioma antiguo que solo él parecía entender.
—“El Camino del Velado”… —leyó en voz baja—. Es un ritual capaz de dividir lo indivisible, de separar dos almas unidas por el mismo origen.
Todos nos quedamos mirando, tensos. El aire en la habitación se sentía pesado, cada palabra caía como plomo.
—¿Eso significa que… puede separar a Aria y Kiseki? —preguntó Lysbeth.
—Sí —confirmó Serion, aunque su voz carecía de triunfo—. Pero el precio está claro: el portador del velo debe entregar su esencia.
—¿Esencia? —Rei frunció el ceño—. ¿Qué demonios significa eso?
Serion cerró los ojos un momento, sopesando sus palabras. —Significa que Kaoru tendrá que dar su vida. O peor aún: su alma.

El silencio que siguió fue insoportable.
Aria negó con la cabeza con fuerza, con lágrimas en los ojos. —¡No! ¡No lo aceptaré!
—Aria… —Intenté hablar, pero ella apretó mi mano con una fuerza desesperada.
—¡No puedes! ¡No dejaré que mueras por mí!
Nara resopló, apoyándose en la pared. —Genial. El típico plan de suicidio de un héroe.
Rei golpeó el suelo con el puño. —Tiene que haber otra manera. ¡No permitiré que Kaoru se sacrifique!
Serion alzó la voz con una mirada severa. —No lo entiendes. Si no lo hacemos, el mundo entero caerá bajo la sombra. La unión de Aria y Kiseki solo puede resolverse mediante la ofrenda del portador.
Aria se interpuso entre nosotros, con la cara ardiendo. —Que se derrumbe el mundo. No lo perderé.
Sus palabras cayeron como un trueno.

Me quedé en silencio unos segundos, con la lanza pesada en las manos. El eco en mi interior se rio. "¿Ves? Nadie quiere perderte... pero el destino ya está escrito. Tu sacrificio es inevitable".
Apreté los dientes. —No. No aceptaré que el único camino sea mi muerte.
Serion me miró incrédulo. —¿Pretendes desafiar lo que los propios dioses escribieron?
—Lo hago todos los días —respondí con firmeza—. No vine aquí a elegir entre Aria y Kiseki. Las salvaré a ambas, aunque tenga que arrebatarle el destino a los cielos.
El eco murmuró, intrigado. «Interesante... quizá aún pueda divertirme».

Cicilia intervino con voz cansada pero firme. —¿Hay alguna posibilidad de que este ritual se pueda realizar sin que Kaoru muera?
Serion guardó silencio. —Quizás. Si encuentra la manera de equilibrar la oscuridad que lleva dentro. Pero no está escrito en ningún texto. Sería aventurarse en lo desconocido.
—Entonces ese es el camino —dijo Lysbeth, decidida—. Nunca seguimos los libros al pie de la letra.
Nara sonrió sarcásticamente. —¿Desde cuándo ganamos discusiones con los dioses?
—Desde hoy —dije.
Aria me abrazó fuerte, hundiendo su rostro en mi pecho. —No me importa lo que digan los dioses ni Serion. Mientras estés conmigo, encontraremos otra manera.

Un estruendo sacudió la habitación. Cayeron piedras del techo y un gigantesco ojo rojo se abrió en la fisura, observándonos desde la oscuridad. La voz de Kiseki resonó en todas direcciones.
—¿Así que ese es tu plan? ¿Sacrificarte, Kaoru? Qué dulce ironía. Pero no importa. Iré por ti yo mismo.
Un golpe atravesó la mitad de la cámara, pero los símbolos arcanos brillaron como defensa, deteniendo el golpe momentáneamente.
—¡Se acabó el tiempo! —gritó Serion—. Debemos decidir ahora.
Lo miré a los ojos, la lanza vibrando en mis manos.
—La decisión ya está tomada. No me sacrificaré. Todavía no. Lucharemos y encontraremos otra salida.
El eco rugió dentro de mí, emocionado. «Sí, desafía incluso al destino. Que tu terquedad sea mi triunfo».

Corrimos por el pasillo mientras las paredes se derrumbaban. Kiseki rugió detrás de nosotros, su sombra aplastando todo lo que tocaba.
Aria corrió a mi lado, su mano apretada fuertemente contra la mía como si tuviera miedo de soltarme.
—Kaoru… —susurró entre lágrimas—. Gracias.
La miré con una sonrisa cansada. —No me agradezcas todavía. Esto apenas empieza.
Y con el rugido de Kiseki detrás de nosotros, sabíamos que la verdadera batalla estaba más cerca que nunca.