Chapter 56:

The Unleashed Shadow

Revenge in another world


El aire temblaba. La batalla en el castillo se había reducido a un silencio tenso, como si el mundo contuviera la respiración ante el rugido de una tormenta. En la colina, Kiseki dejó de observar con indiferencia y extendió ambos brazos. Su sombra ondulaba como un océano abrazado, extendiéndose sobre los muros, los cuerpos caídos y el mismo cielo.
La oscuridad se tragó la luna. Por un instante, la noche se volvió absoluta.
—¿Qué… está haciendo? —preguntó Rei, con la espada temblando en la mano.
Serion levantó la mirada con severidad. —Está revelando su verdadero ser. El reflejo de lo que los dioses temían... y sellaron.
El suelo crujió con un rugido, y alas de sombra emergieron de la fisura, extendiéndose hasta cubrir el horizonte. El cuerpo de Kiseki se transformó, su silueta humana se distorsionó en una figura colosal, mitad mujer, mitad bestia. Su rostro era el de Aria, pero retorcido, con brillantes ojos rojos que perforaban la oscuridad.
—No… —Aria retrocedió un paso, con los labios temblorosos—. Esa no soy yo…
La voz de Kiseki resonó, duplicada, distorsionada, imposible de ignorar. —Soy lo que niegas. El deseo de venganza, la rabia que te niegas a aceptar, el grito que los dioses silenciaron. Soy la mitad que nunca debió dormir.

El ejército de sombras rugió al unísono, como si cada criatura fuera una extensión de ella. Las paredes interiores temblaron bajo la presión.
Cicilia agarró su espada. —Si esa es su forma completa… tal vez ni siquiera todos juntos podamos soportarlo.
—Lo resistiremos —respondí con firmeza, aunque me temblaba la voz. La lanza ardía en mis manos, vibrando al unísono con la sombra de Kiseki.
El eco en mi interior explotó de alegría. "¡Magnífico! ¡Así debe ser! Ve tu destino reflejado en ella, Kaoru. Esa es la oscuridad que comparten. Esa es tu verdadera familia".
—No —susurré apretando los dientes—. Ella no es mi destino.
Aria dio un paso adelante, su luz parpadeando alrededor de su cuerpo. —¡Kiseki! ¡No eres solo eso! ¡Escúchame!
Pero la sombra colosal se inclinó hacia nosotros, y de su boca salió un rugido tan intenso que agrietó las paredes.

Las primeras oleadas de criaturas cargaron. Serion y Lysbeth tomaron la delantera, formando un muro de acero y luz.
—¡Protéjanlos! —gritó Serion, mientras su espada trazaba un arco dorado que partió a cinco bestias en dos.
Rei saltó del muro y derribó a otro. Nara desató un torrente de fuego que iluminó la oscuridad; su risa nerviosa acalló el miedo. —¡Vamos, monstruos! ¡Tengo suficiente para todos!
Avancé con la lanza, cortando cada sombra que intentaba alcanzarnos. El eco gritaba en mi mente, exigiendo más. "¡Déjame salir! Conmigo, no solo te resistirías: aniquilarías todo lo que existe".
Apreté el arma con más fuerza. —No… no caeré en tu juego.

De repente, un golpe del colosal Kiseki impactó el castillo. El golpe derribó una torre entera, arrojando piedras y soldados al vacío. Los gritos resonaron en la noche.
—¡No podemos seguir así! —gritó Rei, cubierta de polvo—. ¡Nos va a aplastar!
Serion lo confirmó con voz áspera. —Su poder ha superado cualquier límite humano. Solo un ritual puede detenerla.
Aria me miró desesperada. —Kaoru…
Sabía lo que implicaba. La Senda del Velo. El precio que aún no entendíamos del todo.
El eco susurró, esta vez con dulzura. «Hazlo. Invoca el ritual. Y yo le daré sentido a tu sacrificio».
Cerré los ojos un segundo, silenciando su voz. No pude decidirme en ese instante. No mientras todos luchaban por sus vidas.
—¡Primero, sobrevivimos a esta noche! —rugí, alzando la lanza—. ¡Luego pensaremos en rituales y sacrificios!

El coloso rugió de nuevo, y desde su lomo se abrieron unos ojos rojos, cada uno disparando rayos de energía oscura contra las paredes. Uno atravesó a un grupo de soldados, reduciéndolos a cenizas.
Cicilia retrocedió horrorizada. —¡Está masacrando a todos!
Aria me apretó la mano. Sus ojos, llenos de lágrimas, brillaban con determinación. —Si no la detenemos aquí, no quedará nada que salvar.
El eco carcajeó, cada vez más fuerte. «Sí, Kaoru... elige. Sombra o luz. No hay término medio».
—Me niego a elegir —murmuré.
Corrí hacia adelante, esquivando los rayos de sombra, y salté, hundiendo la lanza directamente en los ojos de uno de los colosos. El impacto explotó en luz, provocando un grito ensordecedor de Kiseki.
El monstruo retrocedió brevemente y se tambaleó.
—¡Lo lastimaste! —gritó Rei extasiada.
—¡Entonces aún podemos ganar! —añadió Nara, sus llamas cada vez más fuertes.

Pero la figura colosal se inclinó hacia mí, sus labios retorcidos se curvaron en una sonrisa idéntica a la de Aria.
—Hermano… —su voz resonó en mi mente, mezclándose con el eco—. No huyas de quien eres.
El eco respondió al unísono, completando sus palabras: «No corras... acéptalo».
Caí de rodillas, el peso de ambas voces me aplastó la conciencia. La lanza tembló en mis manos, como si estuviera a punto de romperse.
Aria corrió hacia mí, abrazándome fuerte. —¡No les hagas caso! ¡Kaoru, mírame!
Sus ojos verdes eran mi única ancla.
Respiré profundamente y levanté la lanza una vez más.
—No soy una sombra. No soy un error. Soy Kaoru… y no me rendiré.
El eco rugió furioso dentro de mí. Kiseki levantó una mano gigantesca, lista para aplastarnos a todos.
Y comenzó la verdadera batalla.