Ritual of the Veiled

El campo estaba en llamas. Las murallas interiores se habían convertido en cenizas, y el coloso de Kiseki se cernía sobre nosotros, mitad monstruo, mitad reflejo humano. Su voz resonaba como mil tormentas, pero había algo más en ella: una duda que Aria había sembrado.
Serion dio un paso al frente, su espada brillando con una luz casi insoportable. —Ahora o nunca. El ritual debe comenzar.
—¿Aquí? —preguntó Rei, sudando y jadeando—. ¡Estamos en medio de una maldita guerra!
—Precisamente por eso —respondió Serion, hundiendo su espada en el suelo. Los símbolos que habíamos visto en el Códice comenzaron a arder bajo nuestros pies, formándose en el patio del castillo—. Este es el círculo de los Velados. Solo dentro de él podemos romper el vínculo.
El eco dentro de mí se estremeció de alegría. «Por fin. Tanto tiempo he esperado este momento... y ahora tu alma estará desnuda ante mí».
Aria tomó mi mano, temblando. —“Kaoru…”
La miré a los ojos y sonreí. —No tengas miedo. Lo lograremos juntas.

El círculo resplandeció intensamente. Serion alzó las manos, recitando en la antigua lengua de los dioses. Las runas se extendieron, formando una barrera que separaba el patio del resto del campo de batalla. Los soldados, confundidos, observaban desde la distancia, incapaces de acercarse.
—¡Protégelos! —ordenó Cicilia—. ¡Si el círculo se rompe, todo estará perdido!
Nara resopló, lanzando fuego a los devotos que intentaban avanzar. —Genial, ahora estamos cuidando un ritual suicida.
Rei y Lysbeth formaron un muro viviente contra las hordas, manteniéndose firmes ante cada golpe.
Dentro del círculo, caí de rodillas. La Lanza del Velo me quemaba en las manos, y el eco rugía, desgarrándome desde dentro.
Es inútil. Este ritual no te separará de mí. Solo abrirá la puerta... para que yo pueda nacer.
Apreté los dientes. —Entonces te lo cerraré en la cara.

De repente, la realidad se hizo añicos. El suelo bajo mis pies desapareció y me encontré en un espacio vacío e infinito, donde solo existían oscuridad y ecos distorsionados.
Frente a mí apareció una figura idéntica a la mía, pero con ojos rojos y una sonrisa cruel.
—Bienvenido a tu verdadero campo de batalla —dijo mi reflejo—. Aquí no hay Aria que te sostenga, ni Serion que te guíe. Solo tú y yo.
—“No eres yo.”
—Soy lo que siempre has sido —respondió—. Rabia, culpa, deseo de venganza. Soy Kaoru desencadenada.
Sus palabras me conmovieron. Recordé cada momento en que deseé quitarles la vida a los devotos, cada vez que sentí placer al filo de la lanza. Todo estaba ahí, en esa sonrisa.

Afuera, Aria se arrodilló, sosteniendo mis manos inmóviles. —“Kaoru… por favor, regresa.”
El coloso de Kiseki rugió, golpeando la barrera con sus enormes garras. Cada impacto hacía temblar las runas, como si fueran a romperse en cualquier momento.
Serion mantuvo el cántico, sudando, con la espada vibrando por el esfuerzo. —¡Alto! ¡No podemos dejar que la barrera caiga!
Rei cut left and right, panting. —“Easier said than done!”
Nara unleashed a blast of fire, illuminating the wall. —“If Kaoru doesn’t return soon, we’re all going to hell with him!”

In the void, my reflection advanced, lifting a spear identical to mine.
—“We’ll fight until one falls. And when I win, I will awaken in your place.”
—“I won’t allow it.” I gripped my spear, adopting a combat stance.
The first clash was devastating. Its movements were perfect, identical to mine, but faster, more brutal. Every thrust forced me back, and each strike made my arms vibrate as if they were about to shatter.
—“Do you feel it?” it laughed. —“You are weak because you doubt. Because you carry guilt and promises you’ll never fulfill.”
I pushed it back with a shout, sweeping it aside. —“I am not weak!”
—“Then prove it.” Its smile widened. —“Kill me.”

Outside, Kiseki’s colossus bent over the circle, its face twisted with Aria’s superimposed features.
—“Sister…” it whispered. —“Why do you fight?”
Aria raised her light, tears streaming down her face. —“Because I don’t want to lose you! Because you’re still part of me!”
For a moment, the colossus wavered. Some of its eyes closed, and the shadow chains that enveloped it quivered, as if in doubt.
Serion noticed and shouted: —“Keep going! It’s responding to your voice!”

Inside the void, my reflection laughed cruelly. —“Do you hear her? She calls to her other half, not you.”
It threw a direct strike at my chest, hurling me into the nothingness.
—“When she accepts Kiseki, I will be born. You are nothing more than a bridge, Kaoru. A disposable piece on the gods’ board.”
Its spear pierced my shoulder, pain ripping a scream from me.
—“Give up!” it roared. —“There’s no place for you in this world!”
Bleeding, leaning on my spear, I stared at it. Then I remembered Aria’s voice, her smile under the stars, her promise to never leave me alone.
I smiled, blood on my lips. —“Maybe there’s no place for me in the gods’ plans… but there is in her heart.”
With a roar, I lifted the spear and drove it through its chest.

The reflection looked surprised, its smile breaking. —“How…?”
—“Because I don’t fight alone,” I said, pressing with all my strength. —“Never again.”
The reflection shattered into fragments of shadow, dissolving into the void. The echo roared in fury, but it was no longer a dominating voice: only a muffled whisper.
“No… not yet… I’ll return…”
The void lit up, and I felt myself falling back into the world.

Outside, my body awoke in a blinding glow. The Veil Spear shone like never before, and the ritual barrier expanded, pushing back Kiseki’s colossus.
Aria cried, embracing me. —“I knew you’d come back!”
I looked at her, panting, and caressed her face. —“I will always return to you.”
The colossus roared, staggering. Its monstrous form cracked, revealing Kiseki’s figure within. Her eyes, for a moment, glimmered with a green flash.
—“Aria…” she whispered, voice broken. —“Do you really… think I can still exist?”
Aria extendió una mano hacia ella, mientras las llamas del castillo ardían a nuestro alrededor. —Sí. Mientras yo exista, tú también existirás.
El campo quedó en silencio, expectante, mientras la sombra colosal vacilaba.
Y sabía que el resultado estaba a punto de decidirse.