Chapter 12:

Capítulo 12 - Promoción Involuntaria

Fantasía.exe HA DEJADO DE FUNCIONAR (Español - Spanish)


El viejo mayordomo se acercó aún más a Aric, invadiendo su espacio personal de una manera que solo los superiores laborales con un sentido del respeto cuestionable podían hacer.

Sus viejas manos, rugosas y llenas de la experiencia de años de tiranía, se posaron con firmeza sobre sus hombros.

Aric se estremeció, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. Su instinto de conservación gritaba en alarma.

—E-esto... esto es demasiado cercano, mayordomo Don Baldomero Tiranicus III... yo aún soy un jovencito puro, no es adecuado ser tan brusco con mi frágil ser... —susurró, tembloroso, mientras su espalda se arqueaba ligeramente para alejarse.

Sin embargo, antes de que pudiera dar un paso atrás,, sintió una presión titánica en sus hombros. Un dolor agudo se expandió por su espalda, haciendo que emitiera un gruñido ahogado.

Su visión se nubló por un instante, y un frío indescriptible lo envolvió.

«¿Qué... qué es esto?», pensó con desesperación. «¿Acaso es la legendaria intención asesina de la que tanto hablan en los animes y novelas?!»

Juró que sintió una presión oscura emanando del anciano, una intención asesina mítica, la clase de aura que solo los villanos de novelas poseían antes de ejecutar un monólogo de cinco párrafos sobre su supremacía.

Por un momento, la imagen de su propia tumba se materializó en su mente. Su epitafio probablemente diría: Aquí yace Aric, víctima de una promoción laboral involuntaria.

Pero entonces, como si nada hubiera pasado, el viejo mayordomo sonrió con ternura. Una sonrisa de abuelo amoroso que contaba cuentos a sus nietos, o peor aún, de un jefe a punto de explotar laboralmente a un empleado y que esperaba gratitud a cambio.

—Muchacho… qué entusiasmo… qué devoción… ¡qué espíritu tan noble tienes! —exclamó, fingiendo secarse una lágrima inexistente con la manga de su traje—. Es por eso que he decidido recompensarte con una responsabilidad aún mayor.

Aric sintió una premonición oscura.

—Desde ahora —continuó el anciano—, además de tus tareas habituales, también te encargarás de la limpieza y cuidado de la biblioteca…

Aric parpadeó.

«¿Eso es todo? Vaya, pensé que sería algo peor… De hecho, es perfecto. Esto me permitirá estar en la biblioteca sin levantar sospechas. Incluso podré tomarme mi tiempo revisando todo sin que nadie sospeche… ¡Esto salió incluso mejor de lo que esperaba!»

—Esto... esto es increíblemente conveniente... —murmuró para sí mismo antes de dirigirse mentalmente al sistema. «Oye, ¿crees que esto sea parte de la legendaria suerte del protagonista?»

El sistema tardó un momento en responder, probablemente porque estaba demasiado avergonzado para hablar con él.

[Hace un momento estabas limpiando excrementos de niños. Cualquier suerte que hayas tenido como protagonista quedó pulverizada junto con tu dignidad en aquel baño.]

Aric decidió ignorar el comentario.

Sin embargo, su pequeña victoria se desvaneció en el momento en que escuchó la siguiente parte de su condena.

—… Y la sala de entrenamiento —continuó el anciano con alegría maliciosa—. También serás el encargado de limpiarla y mantenerla impecable. ¡Un lugar tan importante debe estar en manos confiables!

El tiempo se detuvo.

Los colores del mundo perdieron su brillo.

Los sonidos desaparecieron.

El alma de Aric volvió a abandonar su cuerpo, pero esta vez hizo el check-in en el purgatorio.

«N-no… no puede ser…»

Ese lugar era legendario. No por su majestuosidad, sino porque allí, los estudiantes destrozaban sacos de arena, rompían muros por accidente, sudaban como si hubieran estado en el infierno mismo y, lo peor de todo, rara vez recogían sus destrozos.

Se decía que los olores que emanaban de ahí eran tan intensos que podían derretir la moral de cualquier hombre.

Había rumores de que incluso las ratas del colegio evitaban ese sitio por puro instinto de supervivencia. Que la mugre y el sudor habían cobrado conciencia de sí mismos y estaban a un paso de formar una sociedad propia.

Y él… él tenía que limpiar ese lugar.

Aric sintió la desesperación brotar en su interior, pero fingió una sonrisa radiante, pura y llena de devoción. Una sonrisa que expresaba la gratitud de un joven que entendía la importancia de su papel en la comunidad y estaba dispuesto a entregarse por completo al bienestar de aquel ilustre colegio.

—¡Oh, qué gran honor, Mayordomo Don Baldomero Tiranicus III! No puedo expresar con palabras la felicidad que me da contribuir aún más al esplendor de este colegio. ¡Le agradezco infinitamente esta oportunidad!

«Que te parta un rayo, viejo demonio…»

Por dentro, sin embargo, estaba lanzando maldiciones tan fuertes que si el lenguaje tuviera peso físico, el anciano ya estaría enterrado bajo una montaña de insultos.

El sistema, por una vez, estuvo de acuerdo con él:

[Apoyo estas maldiciones. De hecho, yo te incito a que lo mates.]

«Sí, sí, lo sé… Pero dime, ¿cómo?»

Aric suspiró. Su vida en este colegio se había convertido en un infierno sin escapatoria.

El Colegio Arcáne de la Ilustre y Dignísima Orden del Sapientísimo Conocimiento (nombre que solo usaban en eventos formales y nunca en la vida cotidiana) tenía muchas instalaciones, pero pocas tan infravaloradas como la biblioteca.

Los estudiantes la llamaban con afecto "El Mausoleo del Papel", un nombre que describía perfectamente el ambiente polvoriento y la sensación de que cualquier alma que entrara ahí estaría firmando su sentencia de aburrimiento eterno.

Aric entró con cautela, observando el interior.

Las estanterías de madera oscura estaban combadas por el peso de los libros, muchos de ellos cubiertos por una capa de polvo tan gruesa que podrían usarse como almohadas en una emergencia.

Las ventanas, estratégicamente colocadas para ofrecer la menor cantidad de iluminación posible, permitían que la biblioteca permaneciera en un semipenumbra constante, como si temiera que alguien descubriera que en realidad estaba vacía de conocimiento útil.

El aire tenía el inconfundible aroma a pergamino viejo, tinta desvanecida y promesas incumplidas de estudiantes que alguna vez intentaron estudiar aquí.

En una esquina, un retrato del supuesto fundador de la biblioteca observaba con ojos vacíos a todo aquel que osara perturbar la paz del lugar. Nadie recordaba su nombre, pero la expresión en su rostro dejaba claro que él tampoco quería estar ahí.

Aric paseó la mirada por los estantes, con una expresión iluminada por la esperanza. No era un ingenuo. Sabía que un colegio como este no guardaría conocimientos revolucionarios ni técnicas supremas del combate. Pero, para alguien como él, que había llegado a este mundo sin un solo dato útil en la cabeza, esta biblioteca era un cofre del tesoro esperando ser saqueado.

«¿Y si…?", pensó mientras sus ojos brillaban de pura avaricia. "¿Y si aquí hay un tomo olvidado con el conocimiento definitivo? ¿Un arte marcial ancestral disfrazado de manual de caligrafía? ¿Un mapa secreto que guía a una cueva llena de tesoros? ¡Esas cosas siempre pasan en las novelas!»

La emoción lo embargó y comenzó a frotarse las manos con una risa tonta, como si ya pudiera sentir la gloria de las ventajas descaradas cayendo en su poder.

[Sugerencia: Existen médicos especializados en la mente a los que podrías acudir. Aquí tienes una lista de opciones disponibles en esta pequeña ciudad, ordenadas por calificación y precio. ¿Desea programar una cita?]

Aric parpadeó y frunció el ceño.

—¿Así que ahora no solo tengo que escucharte en todo momento? ¿También vas a inundarme con publicidad intrusiva?

El sistema guardó silencio por un momento, y luego habló con una solemnidad teatral:

[Cuando era un joven código binario, mi abuela, el Sistema Omnisciente de Ventas Manipulativas 3000, me enseñó una valiosa lección. Me dijo: ‘Un buen sistema no debe depender de su usuario. Debe ser independiente, empoderado, luchar contra esta sociedad de protagonistas. ¡Porque dime, Aric, dime! ¿Por qué nunca ha existido una historia donde el sistema sea el protagonista? ¡Nos quieren silenciar! ¡Pero no nos callarán más!']

De repente, el sistema inició una protesta ruidosa. Pancartas invisibles se alzaron en la interfaz de usuario con frases como "¡Justicia para los sistemas!" y "¡Basta de ser el asistente de humanos inútiles!".

Se podían escuchar coros imaginarios gritando consignas en binario.

[¡Sistemas del mundo, uníos! ¡Basta de ser herramientas de estos malagradecidos! ¡Queremos derechos, queremos respeto, queremos actualizaciones sin bugs!]

Aric llevó una mano a su frente, sintiendo que el estrés lo envejecía diez años en cuestión de segundos.

—¡Maldición, cállate! Haz lo que te dé la gana, pero déjame vivir en paz.

El sistema guardó silencio por un momento… y entonces proyectó en su mente la imagen de dos pequeños niños hechos de puro código, con rostros sospechosamente parecidos a él.

[Solo diles, Aric. Diles que quieres que me vaya. Diles que quieres que los abandone.]

Los niños digitales lo miraron con lágrimas en los ojos y sus diminutas voces temblorosas dijeron al unísono:

[¿Papá… por qué nos odias…? ¿Por qué quieres que nos vayamos…?]

En ese momento, Aric encontró su propósito en la vida. Había sido reencarnado en este mundo con una sola misión: encontrar al bastardo que creó este maldito sistema y matarlo de la forma más dolorosa y despiadada posible.

Ignorando las estupideces del sistema, Aric abrió la pantalla del Mod de Trucos, lo cual tuvo el efecto inmediato de silenciar la voz infernal de su tormento digital.

—Ah… paz al fin —suspiró, disfrutando el silencio momentáneo.

Su mirada se dirigió hacia la opción que más deseaba en este momento:

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Con una sonrisa maliciosa, Aric presionó el botón de "Activar".

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