Chapter 4:
Cronicas de Rigel
Shiro permanecía en un estado inconsciente, su cuerpo vagando como agua en un mar etéreo lleno de líneas amarillas que ondeaban con el aire, como si colisionaran. El cuerpo de Shiro siguió en movimiento hasta que, de repente, como si le hubieran golpeado el estómago, pero ignorando el dolor, cayó directamente, sintiendo la presión del mar etéreo.
Él despertó de repente ante la presión repentina. Su cuerpo giró y giró hasta que cayó. No tuvo dolor, pero la caída fue larga. Ya no había rastro de ningún mar etéreo, ningún vacío, nada de presión; ahora se sentía más ligero. Dio unos pasos adelante, pero su frente colisionó contra algo duro. Soltó un leve quejido, tocándose la frente.
Al mirar adelante, vio que estaba dentro de un vidrio que contenía algunas inyecciones u objetos médicos. Fuera del cristal, personas que nunca conoció caminaban por el pasillo: gente con papeles, gente animada, tranquila, cansada.
El piso era de concreto gris, las paredes pintadas de blanco. Nadie parecía ver a Shiro. Dio un paso a un lado, llegando al límite del vidrio, pero en vez de chocar, su cuerpo pasó en un segundo a otro vidrio, el cual estaba más adelante.
—¿Qué está pasando…? —dijo Shiro en voz alta, con un tono calmado. Por alguna razón, sentía que su alma estaba totalmente quieta, o sea, calma total.
Shiro avanzó por el nuevo cristal, el cual contenía fotos de extraños, con frases como “El mejor de…” o “Nuestro…”, cosas alabando logros de personas que no tenían nada que ver con él. Avanzó, y nuevamente pasó a una nueva parte: esta vez, una ventana que daba luz del pasillo a una sala, dentro de la cual había una esfera cargada de voltaje, que parecía estar en pruebas.
De repente, Shiro sintió como si algo o alguien le tomara la camisa solo para sacarlo de esa ventana.
Shiro cayó, como si un remolino oscuro lo hubiera atrapado. La iluminación del anterior lugar lo había abandonado. Al caer completamente, chocó contra el suelo. Elevó la vista levemente: el piso era de piedra, pero olía bien, como a helado de vainilla, aunque menos fuerte.
Al levantar la mirada, vio que el lugar era oscuro. Frente a él, una mujer estaba parada, dándole la espalda. Shiro seguía relajado como podía, pero esta vez sintió una rara presión en el pecho que duró pocos segundos. Al querer levantarse, notó que la mujer estaba mirando un vórtice de lado.
Dentro tenía una especie de energía que radiaba blanco, asemejándose al voltaje. La mujer, no muy alta, elevó su mano ciegamente hacia Shiro. Esto lo dejó quieto, arrodillado.
—Sí que eres ágil, nadie escapa de Touka dos veces —dijo la mujer con seriedad, pero como si fuera natural hablar así.
La mujer volteó por completo hacia Shiro, dándole la espalda a una especie de núcleo. Era una joven con cabello blanco plateado corto, ligeramente despeinado, y ojos dorados-amarillos que complementaban su apariencia. Llevaba una chaqueta blanca sencilla, de estilo formal, con corte limpio y ajustado; debajo, una corbata roja y una camisa oscura.
Su falda negra era corta y de corte moderno, dándole movilidad y un aire juvenil. En sus manos llevaba guantes blancos, y por último, medias oscuras hasta los muslos, decoradas con sutiles patrones que añadían un toque de detalle al diseño.
—Me llamo Yuzuki. En fin, ¿tu nombre? —preguntó.
Shiro parpadeó unos segundos. Con un tono calmado, pero algo incrédulo, respondió:
—Me llamo Shiro…
La mujer avanzó con pasos calmados.
—En fin, ella vendrá en cualquier momento a llevarte —exclamó de forma calmada, pero con un tono serio, que normalmente le daría tensión o presión a Shiro. Sin embargo, por alguna razón, seguía calmado.
Antes de que él respondiera, ella se detuvo.
—Creo que me salté muchas páginas… déjame explicarte algo, Shiro.
Ella invocó dos hilos de alguna parte, que parecían finos y resistentes, moviéndolos con sus dedos. Un hilo era rojo, el otro amarillo.
—En el hilo vertical está el destino; en el horizontal, la fatalidad —exclamó Yuzuki de forma confiada.
Los hilos se hicieron más grandes, enredándose uno con otro bajo sus movimientos.
—La verdad se enreda y se distancia. Las emociones se retuercen y se deforman, y sin que nadie sepa por qué, desaparecen o se enredan más y más —dijo, apretando su puño para hacer desaparecer los hilos.
Shiro estaba confundido. O era una explicación muy inteligente, o estaba hablando con una persona que tenía su propio idioma. Yuzuki, al ver su expresión de incomprensión, suspiró.
—En resumen: tu alma ni siquiera se enredó contigo o con tus emociones, directamente se fue… o algo así.
A Shiro le daba miedo que lo explicara de una manera tan vaga, pero nuevamente no podía sentir un miedo profundo. Antes de que pudiera hablar, detrás de él una puerta se abrió, cambiando el ambiente con el aire del otro lado.
—Oye, Yuzuki, ¿dónde está mi alma perdida, o como se llame… el niño? —exclamó una voz alta detrás de Shiro.
Él volteó para mirar.
Una chica con el cabello gris, algo largo, liso y suelto, vestía pantalón negro y camiseta negra sencilla. Sobre la camiseta llevaba una bata de laboratorio blanca.
Ella volvió a hablar, mirando a Shiro:
—¿Tú eres al que necesito? —preguntó.
Su aspecto era algo más pequeño que Shiro, aunque eso era normal por lo alto que él era. Yuzuki suspiró a un lado. Mizuki, con ojos grises como su pelo, se acercó levemente mientras hablaba:
—Tienes curiosidad de todo esto, ¿no? Eres humano; la curiosidad es normal —su tono era calmado y despreocupado, como de alguien que nunca tiene tema de conversación… o con quién tomarlo.
Shiro asintió, algo nervioso, pero nuevamente nada profundo. Mizuki dio media vuelta y empezó a caminar.
—Apúrate, Shiro.
—Está bien… ¿puedo hacer preguntas…? —dijo con un tono que trataba de mostrar respeto.
Yuzuki presenció aquello. De un chasquido, cerró la puerta por donde salieron Shiro y Mizuki.
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