Chapter 3:
El Reino de las Garras: Cuarta crónica, Batalla del Crepúsculo - Volumen 4
Parte 1
Esta era la ciudad de Erates, una pequeña ciudad ubicada en medio del desierto, sus calles estaban cubiertas de arena al igual que las edificaciones, había muy poca vegetación aparte de cactus, agaves y ocotillos. Las personas estaban mayormente cubiertas por trajes completos de tela para cubrirse del sol.
En la ciudad se podía distinguir a los turistas porque aparte de no tener una vestimenta más adecuada para los climas secos como el del Reino del Desierto, y solían llegar a la ciudad en caballos, cuando en el país el medio de transporte más común para no combatientes eran los camellos o los Wyrm.
Un Wyrm son como una sub especie de los dragones pero más similar a las serpientes, ya que aparte de la cabeza dracónica, no tiene ningún parecido a las criaturas aladas, no poseen extremidades aparte de su torso, pero esto les permitió adaptarse al desierto y reptar a gran velocidad, los Wyrm son usados mayoritariamente por comerciantes de gran dinero o en su defecto, bandidos del desierto.
Toda la caravana había entrado a la ciudad, todas las edificaciones se veían bastante maltratadas, al ser una ciudad pequeña, seguramente no le hacían mucho mantenimiento a estas, pero aun así, la ciudad se encontraba llena de vida, muchas personas haciendo negocios en los puestos ambulantes ubicadas en las calles o comprando armas en tiendas, incluso los típicos juegos de sabes dónde está la bola entre 3 vasos donde era común que empezaras ganando y luego terminaras siendo estafado y sin nada.
Esto se sentía bastante nostálgico para Alistair, después de todo sus padres adoptivos eran comerciantes, aunque muy pobres, se podría decir que aunque era muy pequeño, Alistair adquirió una habilidad destacable para los negocios, y era momento de usarla.
- Primero, busquemos un lugar donde alojarnos, y que tenga una pesebrera para guardar a Akutah y de una vez nuestros productos.
- ¡Oye! No hables de mí como si fuera un objeto.
- Lo sé, ¿pero quieres estar caminando en medio de estas calles angostas llenas de gente?
- …
El dragón purpura envuelto en sabanas sabía que Alistair tenía razón, así que simplemente miro en otra dirección con descontento.
La caravana estuvo buscando posada por varias noches, muchas eran muy caras o no tenían la pesebrera para el dragón, hasta casi a media noche encontraron un edificio que se veía más viejo que el resto, pero cumplía con todo lo que pedían.
El grupo entro al edificio mientras que el dragón de sabanas esperaba afuera cuidando las dos carretas. La recepción de la posada era bastante lúgubre, el lugar tenía poca iluminación generada por unos pocos candelabros, telarañas en las esquinas y bastante arena, aunque esto último era normal en casi todos los lugares de la ciudad.
En la recepción los esperaba una anciana bastante siniestra, vestía con telas rojas y azules, con varios anillos en sus manos con diamantes y un diente de oro, pero su aspecto más característico era la ausencia de su ojo izquierdo.
- Bienvenidos, viajeros.
Su voz era claramente rasposa, algo normal en alguien de su edad. Mientras que con su único ojo miraba a todos los miembros de la caravana, y siguió hablándoles.
- Se ven, bastante *cofcof* cansados.
Richard, el líder de la caravana, hablo con la anciana para que les dejara la estadía a buen precio.
Minutos después de estar hablando con la anciana de la posada alejada del resto del grupo, dio media vuelta y se acercó a ellos.
- Vámonos de aquí.
Nilo replico rápidamente.
- ¿De qué hablas? ¿Qué fue lo que sucedió?
- Esa anciana quiere estafarnos, nos quiere ver la cara, es demasiado caro por una noche.
- …
Alistair que se encontraba sentado se puso de pie rápidamente, se trono el cuello ligeramente y fue hacia la anciana con una seguridad nunca antes vista.
- Bueno, veamos que tienes, vieja.
El aura de la anciana era grande, pero Alistair tenía un aura igual de grande en respuesta, una batalla legendaria estaba a punto de sacudir la posada.
Parte 2
Era una noche tormentosa donde la arena se infiltraba bajo tu ropa, los letreros se sacudían con gran fuerza, incluso algunos fueron arrancados y fueron a volar a algún lado muy lejos de la ciudad.
Afuera de la posada una sábana salió volando, esta pertenecía a Akutah, el dragón purpura que acompañaba la caravana de comerciantes de la aldea del Sol, pero ya no había nadie en las calles de la ciudad para verlo.
El dragón asomo su enorme ojo por la ventana mientras que una de sus garras rasgaba levente los ladrillos de la posada, a lo que Alistair dentro de la posada simplemente murmuro.
- Tranquilo, Akutah… No queremos asustar a la vieja antes de hablar de precios.
El dragón purpura simplemente alejo su mirada de la ventana mientras las negociaciones empezaban.
Detrás del mostrador, la anciana de cabellos grises, piel arrugada como si fuera un viejo pergamino, y un conjunto de anillos bastante coloridos en sus dedos, se encontraba mirando al joven de cabello blanco acercarse con bastante perspicacia.
La anciana respondió con una sonrisa altanera mientras las puntas de sus uñas tocaban el mostrador.
- ¿Qué crees que haces? El hombre de ahí ya lo intento y no logro nada.
- Queremos posada y establo, para guardar nuestras cosas y algo más.
- ¿Algo más?
- Así es. Un dragón joven, de hecho esta afuera ahora mismo, en esta tormenta de arena.
La anciana levanto una ceja.
- ¿Me crees una idiota? Esto no es un castillo, forastero. Cada aleteo de esas bestias cuesta más que una noche de sueño.
Todos los demás se sorprendieron, no sabían cuál era el plan de Alistair.
Este puso con fuerza una bolsa que tenía un tintineo en su interior dejando caer apropósito sobre el mostrador el contenido de esta.
De la bolsa salieron unas monedas con un Wyvern gravadas en ellas.
- 8 dragones de plata por la habitación más grande que tenga y… 3 dragones de oro por la pesebrera.
- La habitación más grande solo caben 4 personas, no caben todos ustedes.
- No hay problema, el resto dormirá en la pesebrera junto a la bestia, ¿No le parece un buen trato?
- En tiempos como estos, muchacho, el silencio cuesta más que el oro. Y si tu criatura deja marcas en mis muros, te costará todo el cobre que lleves encima.
Alistair no pudo evitar mostrar su disgusto y chasquear la lengua.
Metió su mano dentro de su armadura que cubría parcialmente su pecho, y saco una segunda bolsa de tela vieja.
Y replico la misma acción de antes dejando que las monedas se dispersaran por el mostrador, ahí habían 3 dragones de cobre y uno más de oro.
3 dragones de cobre.
8 dragones de plata.
4 dragones de oro.
La anciana miraba al chico como si lo juzgara con una balanza invisible. Luego de esto, dio un suspiro y deslizando su mano derecha por el mostrador, agarro los 15 dragones y los metió entre sus viejos pechos.
- Trato hecho, cazador de tormentas.
La anciana había aceptado el trato pero agregó una frase más.
- Pero recuerda: En esta posada, los dragones duermen… o los hacen dormir.
Alistair puso una sonrisa cínica con una mirada sombría.
- Y los héroes pagan… pero nunca de más.
Con las negociaciones finalizadas, Akutah y el resto de mercancía fueron a la pesebrera, algunos miembros de la caravana fueron a acompañar en la noche al animal mientras que otros fueron a la posada, entre esos, Nilo y Alistair.
Mientras subían las escaleras, Nilo no pudo evitar la pregunta.
- ¿De dónde sacaste dragones de cobre y de oro?
Alistair con una sonrisa forzada respondió.
- Bueno, veras, eso era lo único que tenía cuando salí del reino de la Lluvia, las estuve conservando hasta este momento, ahora oficialmente estoy en bancarrota, jajaja…
Nilo puso su cabeza en su hombro y luego murmuro en voz baja solo para que Alistair lo pudiera escuchar.
- Gracias. Ali.
‘’Ali’’, así era como le decían en el Reino de la Lluvia. No pudo evitar sentir como si le apretaran el pecho pero aun así trato de calmarse, no podía relacionar un simple apodo con todo lo malo, y más si venia de una persona tan maravillosa como Nilo.
- De nada, hago lo mejor que puedo.
El pequeño grupo fue a la habitación que les designo aquella anciana y paso la noche rápidamente.
Parte 3
El grupo se había levantado muy temprano para coger un buen lugar en la plaza, de hecho, ya estaban ahí organizando todo mientras que el dragón purpura los observaba desde una edificación con una nueva sabana encima.
El grupo había extendido una alfombra en la calle y una mesa improvisada hecha con tablones y cajas, todo esto serviría para enseñar los productos que traían en las carretas.
Todos estaban organizando su stand, colocando todos los productos en su lugar, desde espadas viejas hasta talismanes rotos, e incluso algunos artefactos tallados con un idioma desconocido.
Todas eran cosas que habían encontrado en el desierto o conseguidas en trueques en sus viajes de comercio.
Ya luego de un rato, el sol se había hecho más intenso, y la gente de la ciudad empezaba a llenar las calles.
Con todo listo, empezó la hora de comerciar.
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