Chapter 2:
El Límite del Vacío
En medio del intenso choque de energías, la presión se volvió sofocante. Un aura abrumadora llenaba el ambiente, y la secretaria cayó de rodillas, jadeando, incapaz de respirar con normalidad bajo semejante fuerza.
Aun así, ninguno de los dos Kyojuro parecía dispuesto a ceder.
La presión aumentaba con cada segundo. Los pilares de la sala de comunicación comenzaron a resquebrajarse, fragmentándose lentamente. El edificio mismo comenzaba a colapsar, y todo sin que la pelea hubiera comenzado realmente. El enfrentamiento se había vuelto una carrera contra el tiempo.
Sin previo aviso, Shiro se abalanzó contra Hiroshi y lanzó una rápida patada directa al rostro. Pero el viejo la atrapó con una mano, sin esfuerzo, y sin titubear, lo azotó violentamente contra el suelo. El impacto hizo retumbar la sala, y acto seguido, lo arrojó lejos, estrellándolo contra uno de los pilares.
Con una sonrisa amplia y confiada, Hiroshi habló con tono burlón, casi divertido:
Hiroshi: Ah… tan ingenuo. Por eso eres débil, Shiro. ¡Por eso morirás, al igual que tu sucia hermana!
Dicho esto, el jefe del clan desapareció en un instante, moviéndose con paso rápido como si fuera un trueno. En un parpadeo, apareció frente a Shiro y le propinó un brutal puñetazo en el rostro, lo suficientemente fuerte como para hacerlo escupir sangre.
Sin pensarlo, el cuerpo de Shiro se envolvió por instinto en su energía espiritual. En respuesta, se lanzó contra Hiroshi una vez más, lanzando un gancho de izquierda hacia el rostro del anciano. Pero una vez más, Hiroshi lo atrapó con facilidad y soltó un suspiro.
Shiro no desperdició la oportunidad. Aprovechando la distracción, impulsó su otra mano hacia adelante y golpeó con fuerza el abdomen del viejo, haciéndolo perder el aire y obligándolo a soltarlo.
Shiro: ¡Te equivocas! ¡El único que morirá aquí serás tú, maldito viejo! —gritó con furia, girando sobre su eje y conectando una potente patada giratoria a las costillas de Hiroshi.
El impacto fue devastador. Hiroshi salió volando y chocó violentamente contra un grupo de pilares. Sin darle tiempo a recuperarse, Shiro lo siguió de inmediato, impulsado de manera inconsciente por el paso rápido, moviéndose como un proyectil humano entre los escombros.
Al alcanzar a Hiroshi, Shiro lo sorprendió con otra patada directa a la mejilla izquierda. Antes de que el viejo pudiera recomponerse, Shiro descargó una andanada de golpes contra su pecho, implacables, seguidos de dos fuertes bofetadas que estallaron en su mejilla derecha como latigazos.
Sin darle respiro, intentó atraparlo por la cabeza con la mano extendida, pero Hiroshi reaccionó con rapidez y le propinó un potente derechazo en pleno rostro. El impacto lanzó a Shiro por los aires, haciéndolo rodar cerca del trono.
Hiroshi: Vaya… —murmuró mientras escupía sangre—. Parece que todos esos entrenamientos sí sirvieron de algo. Eres el primero en mucho tiempo que logra acorralarme... —añadió con desprecio, limpiándose la boca—. Pero sigues siendo un mocoso estúpido e ingenuo.
Mientras hablaba, adoptó una postura más firme. Su expresión se endureció al darse cuenta de algo. Shiro no había golpeado al azar. Había atacado con precisión... directo a las costillas.
Un pensamiento cruzó su mente, inquietante:《¿Será que... los golpes de Shiro estaban ligados a alguna técnica? ¿O por qué demonios fueron tan efectivos incluso mientras me protegía con mi energía espiritual...?》
Mientras tanto, Shiro comenzaba a levantarse lentamente. Se sentía más agotado que antes, no por la pelea en sí, sino por algo más profundo: sin darse cuenta, había estado usando demasiada energía espiritual y activando algunas de sus técnicas innatas de forma inconsciente.
Su visión empezaba a nublarse. Todo se volvía borroso, como si el mundo girara en cámara lenta. Un líquido cálido le corría por la frente... era sangre.
Aun así, se puso de pie, tambaleante. Por el rabillo del ojo, alcanzó a ver a la secretaria de su abuelo tirada en el suelo, completamente desmayada.
Shiro: ¿Eh…? ¿Qué le pasa a esta...? —musitó con voz ronca y cansada, limpiándose un hilo de sangre que goteaba de su nariz.
En ese momento, sus instintos le gritaron:
《¡Muévete!》
Sin saber por qué, Shiro obedeció. Dio un gran salto hacia atrás justo antes de que Hiroshi cayera con fuerza en el lugar donde él se encontraba. El impacto del viejo destruyó el suelo con brutalidad, liberando una onda de choque envuelta en energía espiritual que resquebrajó el piso a su alrededor.
Hiroshi: ¡¿Qué pasa?! —rugió con una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Acaso le tienes miedo a tu abuelito, muchacho? —dijo con tono burlón mientras se colocaba en guardia.
Los ojos de Shiro se abrieron con asombro. Por primera vez comenzaba a dudar si realmente podría ganar. Pero entonces su mirada se desvió hacia donde yacía su hermana. Apretó los dientes y sacudió la cabeza con fuerza, tratando de disipar esa inseguridad.
Shiro: ¿Por qué le tendría miedo a un viejo con demencia? —replicó con una ligera sonrisa—. Además, idiota, la vida de mi hermana está en juego… así que debo ganar, sea como sea.
Inspiró profundamente, ignorando los gritos de huida que le enviaba su cuerpo, y adoptó una postura de combate.
Su base era firme y equilibrada: las piernas separadas y flexionadas, con la izquierda ligeramente adelantada respecto a la derecha, otorgándole una estabilidad ideal para reaccionar en cualquier dirección. Su torso se inclinaba levemente hacia adelante, transmitiendo tensión y preparación.
Sus brazos se alzaron en una guardia sólida: el derecho más cerca del rostro para protegerse, mientras que el izquierdo se extendía hacia adelante, listo para atacar o desviar un golpe.
Al notar aquella postura, Hiroshi no pudo evitar esbozar una gran sonrisa. Sin que Shiro lo supiera, estaba adoptando la misma guardia que el mismísimo primer Kyojuro había creado y utilizado en batalla. Pero en apenas unos segundos, su sonrisa se desvaneció, sustituida por una expresión de sorpresa.
Shiro estaba liberando una cantidad mucho mayor de energía espiritual que antes… demasiada para alguien sin entrenamiento formal.
En su mente, Hiroshi reflexionó con creciente preocupación:《¿…Cómo es esto posible? Shiro nunca recibió entrenamiento específico para controlar su energía espiritual. Solo sabía usarla de forma tosca, bruta... y sin embargo, ahí está, sacando más y más. Y si está activando alguna técnica... ¿será innata? ¿O hereditaria? Tch… me va a dar más problemas de lo que pensaba si sigue así.》
En ese instante, Shiro se abalanzó contra Hiroshi como si su cuerpo ardiera en llamas vivientes. La energía que lo rodeaba crepitaba con intensidad, marcando su paso con un aura que parecía incendiar el aire a su alrededor.
Al acortar distancias, lanzó un rápido gancho de derecha dirigido a la mandíbula del viejo. Pero Hiroshi, con reflejos aún afilados por los años de combate, se agachó justo a tiempo, esquivando el golpe con facilidad para luego contraatacar con un certero puñetazo al rostro. El impacto hizo que la cabeza de Shiro se echara bruscamente hacia atrás, y un chorro de sangre brotó de su boca como resultado.
Sin embargo, eso no lo detuvo. Apretó los dientes con fuerza, tragándose el dolor, y volvió a lanzarse hacia su oponente con renovada furia. Esta vez, un gancho de izquierda surcó el aire, pero nuevamente el viejo se agachó para esquivarlo… aunque esta vez Shiro lo esperaba.
Con una rápida maniobra, lo sujetó por la cabeza y le clavó una rodilla en plena boca, haciendo crujir los huesos de su nariz. Un chorro de sangre saltó de las fosas nasales de Hiroshi, pero él apenas se inmutó. Rápido como una serpiente, tomó a Shiro por las muñecas, lo alzó con fuerza bruta y lo atrajo hacia sí solo para lanzarle una patada brutal al abdomen.
El golpe fue devastador. Todo el aire escapó de los pulmones de Shiro en un solo gemido ahogado, y su cuerpo se dobló como una hoja bajo el viento.
Aprovechando la apertura, Hiroshi le sujetó la cabeza con ambas manos y comenzó a estrellarla contra el suelo, una y otra vez. Cada impacto era más fuerte que el anterior, hasta que el rostro del joven empezó a deformarse bajo la violencia de los golpes. El sonido seco de cráneo contra piedra resonaba como un tambor funesto en toda la sala.
Sin un atisbo de remordimiento, sin que importara que fuese su nieto o no, Hiroshi arrastró la cabeza de Shiro por todo el salón de comunicaciones, dejando tras de sí una línea grotesca de madera astillada, tierra y sangre. Al llegar al final, lo alzó una última vez y lo lanzó con violencia contra uno de los pilares del fondo.
El impacto fue tan violento que destruyó la base del pilar, y varios fragmentos de madera salieron disparados, incrustándose en la espalda de Shiro como si fuesen cuchillas improvisadas.
Con una sonrisa helada, Hiroshi comenzó a caminar lentamente hacia él.
Shiro yacía tirado, jadeando con dificultad, mientras intentaba desesperadamente tomar aire. Pero no podía. Su propia sangre comenzaba a llenar sus pulmones, sofocándolo desde dentro.
Hiroshi: ¿Qué pasa, mocoso? —espetó con tono burlón mientras se detenía frente a él—. ¿No que ibas a ganar? Solo mírate… hecho trizas por un viejo.
Su voz era tan cruel como su sonrisa.
Hiroshi: Tienes suerte —continuó, manteniendo su tono de burla—. No estoy usando ni mi técnica ni mi ritual... si lo hiciera, ya estarías muerto. Quién sabe... quizás te tenga algo de piedad… o quizás no.
Y sin más palabras, Hiroshi alzó su rodilla derecha, la dobló con calma, y comenzó a golpear repetidamente el rostro del joven apodado “El Mesías”, con puñetazos cargados de brutalidad.
Antes que Hiroshi pudiera asestar el último pisotón al rostro de Shiro, un estruendo retumbó en toda la sala. El techo se rompió en mil pedazos, como si una fuerza divina lo hubiera partido, haciendo que la luz se colara entre los escombros.
Desde las alturas descendió un hombre de largo cabello oscuro y traje entallado, con una katana colgando de su cintura. Su silueta cayó como un cometa, y antes de que los restos del techo tocaran el suelo, ya estaba frente a Hiroshi, descargando un puñetazo devastador directo a su mandíbula.
El golpe fue seco, certero, brutal.
Hiroshi salió volando por la sala, rodando entre las astillas y fragmentos rotos de mobiliario y columnas, mientras un chorro de saliva mezclada con sangre salía disparado de su boca.
El hombre, de pie en medio del desastre, suspiró. No por cansancio, sino con claro fastidio. Se llevó una mano a la katana y la desenvainó con un movimiento elegante, dejando que el filo brillara bajo la tenue luz que se colaba desde el techo.
¿?: Hey, Shiro. No te mueras aún, ¿quieres? —dijo con un tono desganado mientras miraba de reojo al joven herido en el suelo—. Te necesito vivo... supongo.
Se colocó en guardia, su postura relajada, pero con un filo palpable en el aire.
Al otro lado, Hiroshi comenzaba a incorporarse. Su mandíbula colgaba desalineada, pero con un movimiento brusco se la acomodó con un crujido grotesco. Se escupió un diente antes de alzar la vista, ahora sin rastro de su anterior sonrisa. Solo una expresión de profundo desprecio decoraba su rostro.
Hiroshi: Vaya… si no es nada menos que el hombre olvidado por Dios: Sora Hoshino. —gruñó con asco, mientras se limpiaba la sangre del labio con el dorso de la mano.
Hiroshi caminó lentamente hacia él, sus botas crujían sobre los restos de la batalla. A pocos metros, se cruzó de brazos e inclinó el torso levemente hacia su izquierda, gesto arrogante que dejaba en claro que aún no lo tomaba en serio.
Hiroshi: Y bien, ¿qué haces aquí? Sabes que sin Jonathan presente no eres bienvenido, sangre sucia.
El hombre llamado Sora no se inmutó. Ni una ceja se movió. Su voz salió con el mismo tono indiferente que si estuviera hablando del clima.
Sora: Nada que te importe, viejo. Solo vine a sacar de aquí a mi hermano y a su hermana. Después de todo, ese era el trato que nuestro padre hizo con el clan... ¿no es así?
Hiroshi bufó con fuerza. No recordaba ningún trato, o quizás sí, pero nunca le había dado importancia. Lo cierto es que no le interesaba en lo absoluto. Dio un paso al frente, y al descruzar los brazos, su cuerpo pareció volverse más pesado, más tenso. El aire alrededor suyo vibró ligeramente.
Hiroshi: No sé de qué demonios estás hablando… —dijo con un tono ronco y firme, mientras flexionaba los hombros como un toro a punto de embestir—. Pero de algo sí estoy seguro…
Sus ojos se entrecerraron, como si todo su odio hubiera sido condensado en una sola mirada.
Hiroshi: Ninguno de ustedes saldrá del clan Kyojuro con vida.
Sin dudarlo, Sora se lanzó hacia el viejo como un rayo, blandiendo su katana con un tajo horizontal directo al rostro de Hiroshi. Sabía que no tenía margen de error. Si no lo mataba rápido, el que terminaría muerto sería él.
Pero Hiroshi atrapó el filo con su mano derecha, sujetándolo con fuerza inhumana. Sin perder tiempo, contraatacó con un puñetazo veloz y directo a la mandíbula de Sora.
Este, sin perder la compostura, giró ambas manos en un movimiento rotatorio, desviando el golpe justo en el último segundo. Usó ese mismo impulso para clavar el codo en el pecho del anciano, haciéndolo retroceder unos pasos.
Sora: Yo no soy tan fácil como Shiro, viejo... —murmuró con frialdad, sin apartar la vista de su oponente.
Sin darle respiro, Sora recuperó su katana, la tomó con ambas manos y realizó un corte en forma de equis sobre el tórax de Hiroshi. El sonido del metal desgarrando carne fue claro. Enseguida, envainó la espada con un movimiento limpio, y en un solo impulso, saltó, giró en el aire y lanzó una patada giratoria que impactó directo en la cabeza del anciano, lanzándolo varios metros por la sala.
Sora aterrizó con soltura, exhaló pesadamente, y colocó su mano izquierda sobre la empuñadura de su katana. Luego, se inclinó levemente hacia atrás, despreocupado, confiado. Su expresión era serena, pero su mirada seguía afilada.
Sora: Tu edad ya no te da, viejo. ¿Por qué no te rindes y dejas a Shiro al mando? Al fin y al cabo, el clan sigue la ley del más fuerte, ¿no? —dijo con indiferencia, ladeando ligeramente la cabeza mientras observaba los escombros donde había caído Hiroshi.
Pero algo le hizo entrecerrar los ojos. Había algo raro… Demasiado silencio.
Entonces, un estruendo retumbó por toda la sala.
Desde detrás suyo, Hiroshi emergió del suelo como una bestia, cubierto de polvo y sangre, con una mirada llena de rabia. Antes de que Sora pudiera reaccionar, lo tomó del rostro con una sola mano y lo arrastró violentamente a lo largo de toda la pared, destruyendo columnas, mesas y cables a su paso, antes de arrojarlo con fuerza brutal.
Sora giró en el aire, recompuso su cuerpo en pleno vuelo, y desenvainó su katana para clavársela al suelo y frenar su deslizamiento. El filo generó una larga chispa hasta que finalmente se detuvo.
Hiroshi: ¿No dijiste que mi edad ya no me daba, sangre sucia? —escupió Hiroshi con una sonrisa cruel, la sangre escurriendo por sus labios—. Y contestando tu sucia pregunta… ¿de verdad crees que nuestra mejor arma puede mandar?
Su sonrisa se amplió de forma grotesca. Luego chasqueó los dedos.
Una descarga eléctrica violenta se desató desde sus manos, avanzando como una lanza de relámpagos. Sora apenas logró esquivarla, saltando hacia un lado mientras las chispas destruían el suelo donde había estado.
En su mente, Sora comenzaba a evaluar rápidamente la situación:《Tch… Si este viejo activa su técnica mientras peleamos, estaré frito. Maldición… si tan solo tuviera una maldita técnica.》
Hiroshi volvió a chasquear los dedos, y otra descarga emergió en dirección a Sora. Esta vez también logró esquivarla, pero al aterrizar fue interceptado de inmediato por el propio Hiroshi, quien apareció delante de él con una velocidad abrumadora.
Una patada directa al rostro lo impactó de lleno, haciéndolo volar por los aires.
Sora cayó con violencia, golpeando el suelo varias veces antes de detenerse. Su katana, expulsada por el impacto, se clavó a varios metros de distancia, dejándolo momentáneamente desarmado.
Se incorporó de inmediato, sacudiéndose el polvo mientras se limpiaba la sangre del labio con el dorso de la mano. Su respiración era agitada, pero sus ojos seguían encendidos con fuego.
Hiroshi: —¿Y bien? ¿Qué harás ahora que estás desar—…?
Hiroshi fue interrumpido por un fuerte golpe en el abdomen, seguido de un uppercut a la mandíbula que lo hizo retroceder unos pasos.
Sora: Tal vez no sea sangre pura, pero… ¡aún sigo siendo un Kyojuro! —exclamó con una ligera sonrisa y un tono desafiante.
Entonces, Sora dio un paso veloz hacia adelante y lanzó un puñetazo con su mano izquierda al rostro del viejo, quien bloqueó el golpe con el antebrazo. Acto seguido, Hiroshi contraatacó con un fuerte gancho usando su mano libre, pero Sora lo desvió y aprovechó el impulso para impulsarse detrás del viejo, lanzándole un rodillazo seco a la nuca.
El impacto fue sonoro y seco, provocando que Hiroshi se tambaleara antes de girar a verlo, furioso.
Mientras tanto, en otro lugar… específicamente en la mente del joven Shiro, ocurría un suceso que cambiaría el rumbo de su vida.
Shiro se hallaba cayendo de cabeza en un lugar completamente oscuro. Sus ojos estaban apenas entreabiertos por el cansancio… hasta que, frente a él, apareció una versión suya completamente blanca, con un par de ojos adicionales justo debajo de los originales.
Shiro: ¿Quién eres…? —preguntó con voz lenta y ronca.—
El ser no respondió; simplemente suspiró con decepción, cruzó los brazos y ladeó la cabeza.
¿?: Vaya decepción… ¿de verdad alguien tan patético nació con tanta semejanza a mí?
Shiro abrió los ojos con sorpresa e intentó tomarlo del cuello, pero la figura solo le dio una fuerte patada en el pecho, alejándolo.
¿?: Quietas esas manos, idiota. No es mi culpa el sufrimiento que viviste, y mucho menos que hayas sido tú el bendecido con mi sangre —dijo con tono plano, aunque visiblemente molesto.—
Con un suspiro, ladeó la cabeza hacia el otro lado y continuó:
¿?: Solo dime Kyojuro. Y te advierto: si intentas algo contra mí de nuevo…
Sus cuatro ojos se entrecerraron con frialdad.
Kyojuro: Te mato.
El primer Kyojuro desapareció en una capa de niebla justo cuando Shiro cayó en lo que parecía ser agua.
Sumergido, Shiro no se movió. Estaba dispuesto a aceptar su destino. Ya no quería pelear, no quería actuar. Solo deseaba descansar. Pero en ese momento de absoluta rendición, su mano derecha se movió sola y le dio una fuerte bofetada, agitando el agua.
Shiro: ¿Por qué…? ¿Por qué quieres seguir peleando, cuerpo? Ya habíamos aceptado el final desde antes… ya conseguimos lo que queríamos… la muerte…
Su cuerpo reaccionó otra vez ante esas palabras, dándole otra bofetada, más fuerte.
Shiro: ¿…Luce…?
Otra bofetada lo sacudió. El agua se agitaba intensamente.
Shiro: Tienes razón… no es por mí, ¡es por ella!
Entonces, su mano derecha levantó el pulgar antes de que él mismo retomara el control y comenzara a nadar hacia la superficie.
Al salir, se encontró con una figura: un hombre bastante alto, vestido con una gabardina negra sobre un traje formal. No estaba parado sobre nada, sino que caminaba sobre el agua como si fuera sólida.
Hombre: Hola~ ¿Disfrutaste de tu vida? —exclamó con voz despreocupada y algo juguetona mientras ladeaba la cabeza.—
Shiro no comprendió al principio… pero pronto se dio cuenta: había entrado al limbo. Y el ser frente a él no era otro más que la misma Muerte.
Shiro: Para nada, pero… ¡Aún no puedo irme, señor! ¡Mi hermana está en peligro! ¡Por favor, déjeme regresar! —gritó angustiado mientras intentaba nadar hacia atrás, aunque sin moverse un solo centímetro.—
La Muerte solo sonrió y comenzó a reír entre dientes.
Muerte: Pues es lamentable que digas que no te gustará tu vida, después de todo, fue elegida especialmente para ti… pero adivina qué, hoy ando un poco aburrido, así que… ¿conoces el método llamado “Núcleo”? —preguntó mientras se inclinaba sobre Shiro como si fuera una simple presa.
Shiro negó con la cabeza mientras tragaba saliva, algo nervioso.
Muerte: Pues bien, pequeñín. Consiste en esto: tú peleas contra mí, en cualquier escenario que quieras. Si ganas, te dejo vivir. Pero si pierdes… te vas conmigo —dijo con una sonrisa educada y encantadora, completamente alejada de lo que uno esperaría de la muerte.
Shiro: ¿E-en cualquiera? —preguntó con un pequeño tartamudeo.
La Muerte se puso en cuclillas y se acercó más a Shiro, manteniendo aquella sonrisa educada y encantadora.
Muerte: En cualquiera. ¿Cuál eliges?
Shiro intentó retroceder, pero no pudo, así que solo bajó la mirada y pensó en cómo podía desafiar a la Muerte. Sin embargo, antes de que pudiera hablar, el primer Kyojuro apareció detrás de él y habló con firmeza.
Kyojuro: Un mano a mano. —dijo, mientras sacaba a Shiro del agua con total facilidad, sosteniéndolo por el cuello de la camisa.
Aún con su sonrisa decorando el rostro, la Muerte se puso firme y ladeó la cabeza antes de aplaudir.
Muerte: Vaya, pero si es el tierno Kyojuro. Dime, ¿cuántas veces más te me vas a escapar? —soltó tranquilamente, dejando las manos juntas—. ¿Estás seguro de lo que dices? Ese chico no está en buen estado: ni mental, ni emocional, ni físicamente.
El primer Kyojuro miró a Shiro antes de agitarlo con desdén y dar un bufido.
Kyojuro: Bien, este idiota te desafía a un piedra, papel o tijeras. Y ni se te ocurra llamarme así de nuevo.
Al escuchar el desafío, la Muerte se rió entre dientes, mientras Shiro se mostraba cada vez más preocupado, pensando: 《¿De verdad mi vida está en juego con un juego de niños?》
Shiro: ¡Espere, Kyojuro! ¿Qué crees que estás haciendo? Es muy—
El primer Kyojuro lo agitó con fuerza para que se callara.
Kyojuro: Calla y juega, ¿o es acaso que no quieres salvar a tu hermana?
Esas palabras hicieron que Shiro frunciera el ceño y se preparara para jugar. Al igual que Shiro, la Muerte también se preparó.
Shiro y Muerte: ¡Piedra, papel o tijera! —dijeron al unísono, mientras cada uno sacaba su seña.
Shiro sacó tijeras, y la Muerte piedra. Pero antes de que pudiera hablar, el primer Kyojuro mandó a volar a Shiro hacia el cielo.
Muerte: Vaya… parece que sigues igual de perceptivo que antes, Kyojuro.
El primer Kyojuro solo dio un suspiro antes de mirarlo sobre su hombro.
Kyojuro: Eres un sucio tramposo. Cambiaste tu elección en el último momento. Querías aprovecharte de los ojos débiles de ese idiota.
La Muerte solo se rió mientras sumergía las manos en los bolsillos del pantalón.
Muerte: Él ganó el Núcleo. ¿Estás cómodo con eso?
El primer Kyojuro no respondió. Solo desapareció en una capa de humo mientras murmuraba:
Kyojuro: Su cuerpo no está preparado. Ya sabes qué hacer.
Con un suspiro, la Muerte ladeó un poco la cabeza antes de mirar hacia arriba, viendo cómo Shiro salía tanto del limbo como de su estado mental.
Muerte: Tierno Kyojuro… aunque lo quieras ocultar, te preocupas mucho por tu sangre. Me pregunto… ¿hasta dónde llegarán esos dos impares?
Afuera del estado mental de Shiro y del Limbo, Sora se hallaba en problemas. Se encontraba cubriéndose con los brazos mientras Hiroshi lo golpeaba con todas sus fuerzas, haciéndolo deslizarse por el suelo con cada impacto.
En ese momento, ambos se detuvieron debido a la inmensa explosión de energía espiritual que comenzaba a expandirse por la habitación, haciendo que el techo comenzara a colapsar junto a los pilares restantes.
Sora: Este idiota… —exclamó con fastidio, antes de golpear a Hiroshi en la cara, mandándolo a volar y luego impulsarse con fuerza hacia donde se encontraba Luce.
Al caer al suelo, Hiroshi se recompuso rápidamente y volteó a ver el origen de aquella energía espiritual, dándose cuenta de que era Shiro. Y con ello, un pensamiento fugaz cruzó su mente:
《¿Qué está pasando…? No, no puede ser. Nuestra hipótesis se fue al caño… ¿Por qué ahora? Shiro tendría que haber despertado la semejanza casi a los 30, no a esta edad… ¿Será que alcanzó el núcleo? Entonces me excedí… Tch… Qué más da, sigue siendo un incompetente.》
Con esa última frase aún resonando en su mente, Hiroshi se lanzó hacia Shiro para acabarlo antes de que se levantara. Sin embargo, por reflejo puro, el cuerpo de Shiro reaccionó, y en un parpadeo apareció detrás de Hiroshi.
Desde las heridas de Shiro comenzaba a salir un vapor denso, y con él, su cuerpo se regeneraba lentamente pero sin pausa.
Al notar la nueva velocidad de su nieto, Hiroshi chasqueó los dedos para incapacitarlo, pero una vez más, gracias a sus instintos, Shiro lo esquivó con una gran voltereta hacia atrás, cayendo sobre lo que quedaba del trono. Poco después, abrió los ojos.
Con una lentitud casi ceremonial, Shiro los alzó, desvelando la deslumbrante majestuosidad de sus iris carmesíes, que ahora, al haber ganado el núcleo, brillaban con una intensidad abrasadora. En ese instante, el tiempo pareció detenerse; el aire se tornó más pesado, como si aquella mirada pudiera someter incluso a la misma realidad.
El color carmín de su mirada no era solo impactante: era hipnótico. No se trataba simplemente de belleza, sino de una profundidad que parecía trascender este mundo. Sus ojos albergaban un firmamento teñido de rojo, un cielo infinito donde se entretejían historias de gloria, tragedia y un poder inigualable. Era una mirada que evocaba asombro y temor en igual medida.
La escasa luz del lugar, como si fuera consciente de la presencia de algo grandioso, se intensificó al reflejarse en ese ojo expuesto. La penumbra retrocedió tímidamente, rindiéndose ante el brillo que emanaba de aquel portal: un umbral hacia algo insondable, vasto y peligroso.
Por un instante, nadie respiró.
Ni Sora, que se había detenido con los labios entreabiertos.
Ni Hiroshi, cuyas pupilas se dilataron como si su cuerpo reconociera una verdad que su mente aún rechazaba.
Ni siquiera el aire, que parecía haberse quedado suspendido entre los escombros y las ruinas.
Sin pensarlo dos veces, Hiroshi comenzó a recitar un cántico de Pila. Necesitaba acabarlo. Sabía que, si Shiro caía en manos de otro clan, de otra persona o incluso del gobierno, su objetivo no se cumpliría. No habría una nueva época dorada para los clanes si Shiro terminaba bajo el control de otros que no fueran él.
Hiroshi: Muerte y Suerte. Atrás y al Reverso. Brilla y Palpita. —recitaba mientras su cuerpo era rodeado por una inmensa electricidad de tonos amarillo y celeste, formando una armadura similar a la de un dragón sobre él.—
Hiroshi: ¡Amplificación Máxima: Dragon Breaker! —rugió con fuerza mientras la electricidad se solidificaba sobre su piel, manifestando una forma dracónica incompleta: una transformación parcial de su alma.
Al notar esto, Shiro no reaccionó en lo más mínimo. Sus ojos carmesí reflejaban la nada. No era la indiferencia como la de su hermano. Era nada.
Ni miedo, ni cansancio. Solo observaba, como un dios lo haría.
Y sin saberlo, esa falta de emoción en Shiro solo alimentaba aún más la ira de Hiroshi, provocando que la electricidad a su alrededor aumentara y su fuerza creciera.
Hiroshi: ¡TE MATARÉ, MALDITO ENGREÍDO! —rugió con furia antes de lanzarse contra Shiro, envuelto en una tormenta eléctrica que ya tomaba forma de un gran dragón.
Al acortar distancias, Hiroshi lanzó una fuerte patada, pero Shiro la esquivó con agilidad. Sin embargo, el impacto liberó una inmensa descarga de electricidad que voló en dirección a Sora y Luce.
Al notar que su hermana y aquel hombre —aún desconocido para él— iban a resultar heridos, Shiro balanceó su mano izquierda con firmeza, creando una ráfaga de energía espiritual que los cubrió.
Esta energía tomó forma de llamas carmesí con bordes negros y un interior blanco degradado.
Aprovechando la distracción de Shiro, Hiroshi le conectó un puñetazo brutal en el pecho, haciéndolo escupir el aliento antes de salir volando hacia la zona donde estaba su secretaria.
Pero no se detuvo. A toda velocidad, lo interceptó antes de que tocara el suelo y le asestó una patada descendente que lo clavó contra el piso, destrozando y quebrando aún más el ya ruinoso lugar.
En ese momento, Sora apareció detrás de Hiroshi, sujetando con fuerza su katana. Sin perder tiempo, lanzó un tajo certero al cuello de su enemigo, pero Hiroshi reaccionó con rapidez, bloqueándolo con una potente patada al abdomen. No obstante, el impacto fue mitigado por la energía espiritual de Shiro que aún rodeaba a Sora como una protección invisible.
Hiroshi: Tch…
Aprovechando esa protección momentánea, Sora giró con fuerza su katana. La energía espiritual de Shiro envolvió el arma, y acto seguido, desató ocho cortes llameantes de gran tamaño que destrozaron buena parte de la transformación dracónica de Hiroshi, obligándolo a retroceder.
En medio de su retirada, la katana de Sora se resquebrajó y terminó por destruirse, incapaz de soportar la presión de tanta energía espiritual concentrada.
Hiroshi: Cómo odio tu facilidad para adaptarte, Sora… Odio que los hijos de Jonathan hayan sido bendecidos con nuestra sangre y que mis otros nietos sean tan decepcionantes. —gruñó mientras su armadura comenzaba a regenerarse. Estaba ganando tiempo.
Sora adoptó una postura defensiva, y al mismo tiempo, Shiro comenzaba a levantarse. Su cuerpo seguía emanando ese vapor blanco, mientras sus heridas se regeneraban poco a poco.
Sora: Hey, Shiro. Para que lo sepas… soy tu hermano. —Dijo con indiferencia, apretando los puños hasta dejar sus nudillos blancos.
Ante la revelación, Shiro no mostró ninguna emoción. Solo limpió la sangre del borde de sus labios con el dorso de la mano y asintió levemente con la cabeza, sin decir una palabra.
Hiroshi: ¿Ambos hermanos luchando juntos? Qué patético… como si eso cambiara el resultado.
La electricidad en su cuerpo se intensificó de inmediato, regenerando por completo su armadura dracónica mientras se inclinaba hacia el frente, preparado para lanzarse al ataque.
Hiroshi: ¡Sea como sea… morirán aquí!
En ese preciso instante, una gran parte del techo colapsó entre Hiroshi y los hermanos Kyojuro, obstruyendo la visibilidad y haciendo evidente que el edificio no aguantaría mucho más.
Shiro reaccionó de inmediato. Corrió hacia donde estaba su hermana, desatándola rápidamente y tomándola entre sus brazos, mientras Sora lo seguía sin pensarlo.
Con Luce en brazos, Shiro atravesó los pasillos a una velocidad que duplicaba la del sonido, con Sora pisándole los talones sin dificultad. En cuestión de segundos, los hermanos habían escapado del clan Kyojuro, deteniéndose finalmente en un bosque amplio para recuperar el aliento.
Sora se apoyó contra el tronco de un árbol, respirando con pesadez, mientras Shiro depositaba a Luce en el suelo con delicadeza. Sus párpados caían por el agotamiento, y su cuerpo temblaba levemente por el uso excesivo de energía espiritual.
Sora: Hey… ¿Estás bien? —preguntó con preocupación al verlo a punto de colapsar.
Shiro no respondió. Solo una fina línea de sangre cayó de su nariz. La limpió con el pulgar y sacudió la cabeza con fuerza, intentando ignorar el cansancio.
Shiro: Estoy bien…
Pero ninguno de los dos se dio cuenta de lo importante hasta que fue demasiado tarde. Una gota de esa sangre cayó sobre el rostro de Luce… y al contacto, su piel se fragmentó.
Ambos hermanos quedaron en silencio, contemplando con estupor lo que yacía ante ellos: no era su hermana… era una muñeca, creada con alguna técnica de materialización.
Ese silencio fue roto de forma brusca por un golpe. Sora había propinado una patada a Shiro en la mejilla, furioso.
Sora: ¡¿Casi nos matan por una estúpida muñeca, Shiro?!
Shiro, molesto, le lanzó una piedra a Sora, quien la atrapó con facilidad.
Shiro: ¡¿Y yo qué iba a saber?! ¿¡Crees que tengo idea de cómo funciona este mundo!? ¡Pues no! ¡Claro que no! —gritó, defendiéndose.
Antes de que pudieran continuar la discusión, un crujido entre los árboles los interrumpió. Un grupo de demonios emergía del bosque, tanto hombres como mujeres. Sus ojos estaban fijos en Shiro, atraídos por la energía espiritual que aún emanaba de su cuerpo de forma inconsciente.
Antes de que cualquiera de los demonios pudiera pronunciar una palabra, Sora arrojó la piedra con una fuerza descomunal, aplastando la cabeza de uno de ellos en el acto. El resto retrocedió de inmediato.
Shiro dio un impulso con las palmas de sus manos y se puso de pie de un salto, adoptando una postura de combate, a pesar de que su cuerpo seguía visiblemente herido.
Pero antes de que la batalla comenzara, una ráfaga de disparos barrió con los demonios restantes.
De entre las sombras del bosque, apareció un chico de la edad de Shiro, con una sonrisa despreocupada en el rostro. Sostenía una Colt 1911 modificada en cada mano, aún humeantes por los disparos.
El joven apuntó directamente hacia los hermanos, su expresión relajada. Shiro lo observó con interés, pero no por él… sino por esas armas, algo completamente desconocido para él. En cambio, Sora lo estudiaba con seriedad, analizando cada detalle.
Please sign in to leave a comment.